En San Petersburgo, casi todas las mañanas,
indiferente al frío y a la nieve, una mujer de unos 50 años, alta, morena y
esbelta, pero miserablemente vestida, se dirige con paso rápido de su casa a la
prisión de la ciudad donde se encuentra su hijo Lev Gumilyov. Es la tercera vez
que lo arrestan y en esta oportunidad a su regreso después de participar en la
batalla de Berlín contra el ejército nazi, pero eso no era un atenuante para el
régimen Stalinista. Había sido condenado a 5 años por el solo hecho de ser hijo
de esa mujer que va a las puertas de la cárcel casi cotidianamente para
comprobar si él está vivo.
Ella se llama Anna Ajmátova, es una de las poetas
más importantes de la Unión Soviética, pero para el stalinismo tiene un defecto
muy grave: es independiente. No integra la pléyade de falsos escritores
y versificadores mediocres que se prostituyeron a cambio de las migajas que les
otorga el régimen y que una vez muerto Stalin pasarán a un piadoso olvido.
Anna
Ajmátova (1889-1966)
Su
hijo está falsamente acusado de terrorismo, a igual que cientos de ciudadanos
durante la feroz purga desatada después del suicidio de la esposa de Stalin.
Pero la verdadera razón es que lo tienen de rehén para que a ella no se le
ocurra escribir una sola estrofa de su brillante poesía. Sin embargo, la
mayoría de los soldados del ejército rojo conocen y valoran sus poemas y muchos
se los saben de memoria, razón por la cual durante la guerra, Anna es
rehabilitada para que recite sus poesías por radio y aliente a las tropas que
se hallan en el frente. Terminado
el conflicto es enviada nuevamente al ostracismo.
Anna está acostumbrada al
sufrimiento, su primer
esposo y padre de su único hijo, el poeta Nikolái Gumiliov, fue fusilado por
los bolcheviques. Su último esposo, el historiador del arte Nikolái Punin,
murió de agotamiento en un campo de concentración y sus escritores amigos como
Boris Pasternak y Vassili Grossman, se han convertido, a semejanza de Anna, en
leprosos sociales.
En
noviembre de 1945 llega a la Unión Soviética una comisión cultural británica
para sondear la actitud que tendrá Stalin hacia sus ex aliados. Entre ellos
figura Isaiah Berlin, un joven profesor egresado de Oxford politólogo e
historiador, que vivió en Rusia durante su infancia y por lo tanto domina el
idioma y conoce la mentalidad del pueblo ruso, dos razones para que Winston
Churchill lo incorporara a la delegación.
Isaiah
Berlin (1909-1997)
Berlin
se dirige a San Petersburgo donde se encuentra el Hermitage, uno de los más
exquisitos museos de arte del mundo por su colección y su arquitectura. Es un
paso obligado de todo turista que va a esa ciudad, pero no para Berlin quien se
encamina directamente a la casa de una de las poetas que más admira: Anna Ajmátova. Ella lo recibe y él
queda impresionado de la austeridad extrema en que vive.
Paredes con la pintura
descascarada, ausencia de alfombras y cortinados. Una mesa, dos sillas, un baúl
y un gastado diván, son los únicos muebles del pequeño departamento sin agua ni
calefacción. Un solo cuadro pone un toque de animación al melancólico ambiente,
es un retrato que le hizo Amedeo Modigliani cuando se conocieron en París en
1910, quizás el mejor período en la vida de Anna en que podía viajar libremente
fuera de su patria.
Hacía
25 años que no conversaba con un extranjero y aquella es una velada
maravillosa que dura hasta que despunta el día. Berlin se encuentra en estado
de trance, totalmente fascinado por aquella mujer tan inteligente, de modales y
lenguaje suave que le relata poesías, su propia historia y le habla de
escritores y poetas amigos, que como ella, están socialmente condenados.
Randolph
Churchil, el hijo de Winston, que forma parte de la comitiva, va en busca de
Berlin al día siguiente a la casa de Anna. Entonces se desata la maquinaria
histérica de la paranoia estalinista.
Se acusa a la poeta de espionaje con los
ingleses y su hijo recientemente liberado, es hecho prisionero nuevamente. Le
cierran el acceso a todas las revistas literarias y es denigrada por la prensa
oficialista, la única vigente por entonces, que sobre ella dice: “es la típica representante de una poesía carente de ideología
y ajena a nuestro pueblo. Su poesía, impregnada de un espíritu pesimista y
decadente que expresa los gustos de la antigua poesía de salón, anclada en las
posiciones del esteticismo aristocrático burgués y decadentista –‘el arte por
el arte’–, no desea marchar al mismo paso que el pueblo, es perjudicial para la
educación de nuestra juventud y no puede tener cabida en el marco de la
literatura soviética.”
A partir de ese momento, nadie
va a visitarla, ir a su casa solo para saludarla puede significar ser arrestado
bajo el rótulo de terrorista. Por un tiempo permanece vigilada durante las 24
horas del día. Le quitan las cartillas de racionamiento y eliminan sus libros.
Es entonces que ella escribe Requiem, su
obra más famosa, que recién pudo ver la luz después de la muerte de Stalin. Se
trata de un conjunto de poemas dolorosos dedicados a la memoria del hijo y de las madres
que esperaban inútilmente. Ahí
explica que en aquella Unión Soviética, los únicos que estaban en paz eran los
difuntos y que los vivos pasaban su vida yendo de un campo de concentración a
otro. El siguiente es un fragmento de Requiem:
Llegaron al amanecer y te
llevaron consigo.
Ustedes fueron mi muerte: yo
caminaba detrás.
En el cuarto oscuro gritaban
los niños,
la vela bendita jadeaba.
Tus labios estaban fríos de
besar los iconos,
el sudor perlaba tu frente: ¡Aquellas flores
mortales!
Como las esposas de las
huestes de Pedro el Grande
me pararé en la Plaza Roja y
aullaré bajo las torres del Kremlin.
Muerto Stalin, sus poemas se liberan y se expanden
por el mundo, traducidos a múltiples idiomas. Puede viajar al extranjero y en 1965
recibe el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Un año después muere
en su país a la edad de 77 años.
En la guía turística de San Petersburgo el viajero encontrará la casa de Anna transformada en museo desde 1989, en conmemoración del centenario de su nacimiento. En el frente las placas recordatorias saludan a una de las más grandes poetas de la literatura rusa.
En la guía turística de San Petersburgo el viajero encontrará la casa de Anna transformada en museo desde 1989, en conmemoración del centenario de su nacimiento. En el frente las placas recordatorias saludan a una de las más grandes poetas de la literatura rusa.
Antonino
García Ponce. Anna Ajmátova. El Nacional. 25/02/2017.
Juan
Forn. La noche en que empezó la guerra fría. Página 12, 02,04,2010.
Mario
Vargas Llosa. El huésped del futuro. El País, 18,12,2005.
Elaine
Fienstein. Anna Ajmátova. El Cultural, 07,04,2018.
Hola, Ricardo:
ResponderEliminarMuy interesante y bien escrita, como siempre, la resena de Ajmatova. Sobrevivio su hijo?
Se que trataste de llamarme ayer por la manyana. Yo te llame mas trade pero tambien sin exito. Te cuento que finalmente me permitio el banco acceso a la cuenta bloqueada. Estoy leyendo poco a poco los blogs que proyectas publicar como libro. Todos a mi parecer deberan tener muy buena acogida de los lectores de habla esapanola. Solo sugiero por ahora que pases temporaneamente todos los textos al programa Word para corregir automaticamente grupos de (generalmente) dos palabras que no estan separadas en el texto pdf.
Abrazos a ti y a Alicia
Muchas gracias querido "AMIGAZO", EXCELENTE NOTA!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Ricardo, sumamente interesante y bien escrito. Paula
ResponderEliminarLa bibliografia es escasa pero tiene infables personajes intelectuales. El relato me retrotrae a los años de mi adolescencia cuando leia las selecciones del Reader s Dijest y algunas telenovelas que contaban las penurias de Rachmaninoff para huir al mundo libre... porque no nos ocupamos de las armas químicas de Trump ahora y la vez anterior de Obama y antes de Bush, que nunca fueron encontradas, como si de existieran malas y las buenas feran las que arrojan sobre un pais al que ni siquiera le han declarado la guerra.....
ResponderEliminarHola Juan Manuel. En primer lugar no entiendo tu primera frase: "La biliografía es escasa, pero tiene infables personajes intelectuales.???
EliminarEn segundo lugar yo estoy hablando de la vida de Anna Ajmátova, una de las más grandes poetas rusas.
Traer a colación a Trump y al Readers Digest en este tópico es absurdo y fuera de lugar.
Vivir bajo el estalinismo y tratar de mantenerse independiente, significaba, en el mejor de los casos, la vigilancia y la pérdida de todos los derechos y en el peor de los casos el fusilamiento o morir en un campo de concentración.
Bien debe decir inefables como los mecinanados el primero un erratico intelectual que fue de izquierda a derecha y otro uno menor deprorable. Como se puede denostar a Stalin, sabiendo de lo que le toco vivir habiendo heredado la conduccion de la revolucion rusa, luchando con el frente interno, las brigadas blancas de parte de los ingleses y liuego la ocupacion alemana por Hitler, y luego con un aliado indeseable que para participar debio producir la muerte de mas de 3000 victimas norteamericanas en su propio territorio dando cotra inteligencia a los japonedes para ser atacados en Peal Harbor y crear las condiones internas en su propia opinion publica, casi similar y con otros ateriores, mas recietes de destruirse las torres gemelas simulando un ataque islamico con holografias de aviones que no existieron y ataques con misiles al pentagono, entonces que podemos pedirle a Stalin que fuera una carmelita descalsa, y terminara como posteriormente fue la revolucion democratica de Salvador Allende, para el que tanto trabaje en mi juventud y ai me fue.... abrazo
EliminarGracias por tu interés en los artículos de El Mrodaz
EliminarYa que te interesa tanto la personalidad de este sujeto, andá al buscador de El Mordaz que está arriba a la izquierda y escribí "Stalin". Te van a surgir varios artículos interesantes
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