Ese
día de 1942, Milos Forman quien tenía 10 años faltó a la escuela porque estaba
con fiebre. Su madre había echado las cortinas y él estaba descansando en la
penumbra dispuesto a gozar de un día de cama. De pronto escuchó el ruido de un
auto que se detenía frente a su casa. Aquello era totalmente inusual en la
calle tranquila donde vivían y tuvo miedo, mucho miedo, que se convirtió en
terror cuando golpearon la puerta salvajemente y se escucharon las pisadas
fuertes de varias botas.
Forman
tenía entonces sobradas razones para entrar en pánico. Dos años atrás la
Gestapo se había llevado a su padrastro y ahora venían por su madre, quien
ingresó a la habitación con el rostro desencajado, lo miró con ojos de angustia
y ternura y sin decirle nada, porque tenía un nudo en la garganta, se volvió
hacia el hombre que estaba detrás de ella y se la llevó. Nunca más la vería,
víctima de los nazis en un campo de concentración. Esas imágenes quedaron
grabadas a fuego en su memoria.
Forman
acababa de ingresar al mundo de los huérfanos que en aquellos tiempos pululaban
en Praga. Unos vecinos se contactaron con sus tíos que lo fueron a buscar y que
se transformaron en sus padres adoptivos. Con ellos creció, estudió filmación
en la escuela de Praga y revolucionó la cinematografía checoslovaca con Pedro el negro, Los amores de una rubia y Al fuego, bomberos, producidas entre
1964 y 1967.
Milos Forman (1932-2018)
El
país formaba parte del sistema comunista supervisado desde Moscú y Forman sabía
que no podía filmar cualquier cosa que se le antojara sin caer en la censura,
pero su tolerancia se vio superada cuando en la llamada Primavera de Praga de
agosto de 1968, los tanques soviéticos invadieron la ciudad. En ese momento se
encontraba en París gestionando contratos con Hollywood y tomó la decisión de
no regresar.
Sus
primeros intentos como cineasta no tuvieron éxito y entró en un cuadro
depresivo encerrado en la habitación de su hotel en Chelsea, Nueva York, hasta
que dos productores, uno de ellos Michael Douglas, en busca de un director
barato recurrieron a Forman. Así nació Atrapado
sin salida (Someone flew the cocoo’s
nest).
Atrapado sin salida,
que arrasó con todos los Oscars, además
de catapultar a Forman al éxito y al bienestar económico, está considerada
entre las mejores películas que Hollywood haya producido, por la fuerza del
guión, la calidad de los intérpretes y el mensaje social que conlleva.
El
protagonista principal es Randle McMurphy (Jack Nicholson), sujeto hiperactivo,
alegre, despreocupado, que por haber tenido sexo con una menor y por
considerárselo un limítrofe mental es enviado a un instituto psiquiátrico. La
realidad es que McMurphy se hizo pasar por tonto para evitar la cárcel.
La
monotonía del lugar, las tediosas sesiones grupales y la repetitiva vida
cotidiana de los internados, abrumados con pastillas tranquilizantes, es
totalmente rota por McMurphy. Bajo su liderazgo, los internados comienzan a
participar en juegos deportivos, ven televisión a escondidas y en una ocasión
escapan transitoriamente y viven una breve aventura que los llena de felicidad,
hasta que atrapados por la policía, son reintegrados a la institución.
Ratched
(Louis Fletcher), directora del instituto, mujer, insípida, de técnicas
ortodoxas y principios rígidos, observa con disgusto creciente, cómo la
estructura del orden esquemático instaurado por ella, es alterada por este
advenedizo. La oportunidad de eliminarlo se le da cuando una noche McMurphy, sobornando
a uno de los guardias, ingresa clandestinamente, a varias prostitutas amigas.
Se desata una gran diversión, donde abunda el alcohol, que dura toda la noche.
A
la mañana siguiente Ratched contempla el desorden de botellas esparcidas,
mujeres en ropas íntimas y varios internados tirados en el piso semiborrachos.
Increpa a uno de ellos con graves amenazas, sabiendo que es el más lábil de
todos y el paciente entra en estado de desesperación y se quita la vida.
Furioso McMurphy trata de estrangular a Ratched quien es salvada por los
guardianes, mientras que él es sometido a una lobotomía frontal.
Cuando
regresa a la sala en una camilla, su mejor amigo, un gigantesco indio contempla
con dolor que lo han transformado en un vegetal, lo asfixia con una almohada y
escapa de la institución.
La
película tiene varios enfoques, es una alabanza a la libertad y la creatividad,
representada en la personalidad de McMurphy. También es una crítica despiadada
a los métodos obsoletos, rígidos y punitorios que caracterizan a muchos
institutos psiquiátricos que se limitan a mantener a los pacientes semi
aletargados con tranquilizantes. Finalmente fue un alegato despiadado a la
técnica de la lobotomía frontal y contribuyó al abandono total de este
procedimiento.
Nueve
años más tarde, Forman produce su segunda obra maestra: Amadeus, sobre la relación entre Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio
Salieri. Es una obra espléndida y atrapante, que invita a ser vista una y otra
vez. La estética es impecable y lo mismo puede decirse sobre la adaptación a la
época. Un aspecto sobresaliente es la forma en que el director ensambló
distintas escenas con segmentos musicales y arias de la creatividad mozartiana,
dándole al film un valor agregado notable. O Forman sabía mucho de música, o se
supo asesorar por un experto en efectos sonoros con amplio conocimiento de la
obra del genio de Salzburgo.
La
película fue rodada en Praga ciudad a la que Forman regresó por primera y
última vez. Era 1984 y seguía imperando el régimen comunista, pero como había
adoptado la ciudadanía estadounidense, pudo regresar triunfante.
Lamentablemente
esta obra maestra, adolece de un pecado original. Todo lo que se dice de la
figura de Salieri es falso. En el guión se lo representa como un músico casi
mediocre, que mantenía enorme envidia y celos hacia Mozart, incluso se sugiere
que lo pudo haber envenenado.
Si
bien Salieri es un talento muy inferior a Mozart, y aquí podemos agregar a
muchos otros compositores, sus obras se siguen dando, fue popular en su época y
como profesor de música, fue maestro de Beethoven y de Schubert. No tenía
ningún motivo de sentir envidia por Mozart.
Ignoramos
cuales fueron los motivos para que Alexander Pushkin escribiera una novela, hoy
casi olvidada, sobre esta falsa relación entre ambos compositores, pero el
hecho es que el tema fue retomado por el dramaturgo inglés Peter Shaffer, quien
realizó la obra de teatro Amadeus, sobre la cual se basaron Forman y los
productores y para hacer el guión de la película.
Es
lamentable que los millones de espectadores que vieron Amadeus, se levantasen
de sus butacas convencidos con la imagen de un Salieri ahogado en celos, que
hizo todo lo posible para interferir con la vida musical de Mozart.
El
artículo que escribo tiene dos pretensiones, por un lado hacer justicia a
Salieri y por otro destacar mi admiración por Milos Forman, ese gigante del
séptimo arte recientemente fallecido.
Luciano Monteagudo. El
humor amargo de la tradición checa. Página 12, 14/04/2018
Elvira Lindo. Los fantasmas
de su pasado. El País, 19/11/2008