Mohandas Karanchand Gandhi
(1869-1948)
Mohandas
Karanchand Gandhi nació en el estado principesco de Porbandar, en aquel
entonces bajo dominio británico, de una familia de buena posición
socioeconómica que le permitió costearle sus estudios de derecho en Inglaterra.
Durante su estadía en Londres sufrió terriblemente, no porque se sintiera
discriminado por ser hindú, sino por su propia personalidad que le jugaba en
contra. El hombre que décadas después movilizaría multitudes de millones de compatriotas,
como ningún otro líder pudo lograr en la historia, era extremadamente tímido.
El solo hecho de intentar un diálogo con un desconocido le resultaba un
esfuerzo inaudito. La vestimenta que traía de la India tampoco lo ayudaba, pero
cuando decidió transformarse en un gentleman británico las cosas no mejoraron,
el problema radicaba en su personalidad y no en el aspecto físico.
El retorno a la India no mejoró su situación, el ambiente estaba saturado de
abogados y solo consiguió resolver litigios menores. Ante los magistrados, sus
alegatos balbuceantes y casi inaudibles, hacían que careciera de elocuencia y
poder de convicción. Durante meses merodeó por los tribunales de Bombay
buscando causas que defender hasta que le ofrecieron el cargo de abogado en una
empresa hindú radicada en Sudáfrica.
Cuando
Gandhi desembarcó en el puerto de Durban a la edad de 24 años, para representar a la firma que lo contrató durante doce meses, pensó que al término de
ese lapso regresaría a la India. No imaginó que estaría ausente de su patria
durante un cuarto de siglo, y que a su regreso, sería otra persona completamente diferente, se había transformado en el más grande conductor de
masas.
En
ese país extremadamente racista sufrió varios episodios que cambiarían
completamente sus ideas, su filosofía, su personalidad y su futuro. El más importante
ocurrió cuando en viaje hacia Pretoria irrumpió en el vagón un hombre blanco
que le ordenó retirarse a tercera clase. Gandhi alegó que había sacado boleto
de primera, pero el individuo acudió con el guarda y en la siguiente estación
lo expulsaron del tren violentamente. Tiritando de frío pasó la noche en la
estación y cuando despuntó el alba se había jurado a sí mismo luchar contra
toda injusticia y defender su dignidad como hombre y como hindú.
Durante
el año que duró el contrato Gandhi se ocupó de enseñar inglés a sus
conciudadanos y a defender sus derechos. Su popularidad fue creciendo y el día
de la despedida le hicieron una gran fiesta, pero cuando estaba por partir leyó
casualmente en el diario local que la Asamblea legislativa estaba planeando
pasar una ley que negaba a los hindúes el derecho al voto.
Gandhi que hasta ese
momento no estaba interesado en la política desarrolló una campaña en la que
recaudó miles de firmas de oposición a la medida. No logró su cometido pero su
popularidad trascendió las fronteras y llegó hasta Inglaterra y la India.
Gandhi en Sudáfrica
En
1899 mientras aún se encontraba en Sudáfrica Gandhi, que se consideraba un
súbdito inglés, participó en un nuevo enfrentamiento contra los Boers formando
un cuerpo de ambulancias con 1.100 voluntarios. Cuando terminó el conflicto con
la victoria inglesa, la paz entre Boers y el Reino Unido no trajo mejoras a las
condiciones sociales de la comunidad hindú. Durante más de una década se
produjeron numerosas protestas y actos de resistencia, todos liderados por
Gandhi. Él y muchos de sus compatriotas, conocieron cárcel y humillaciones.
Diez
años después de su llegada se produjo el segundo impacto que modificaría
definitivamente su forma de vida. Ocurrió como la primera vez también en un
tren, cuando un amigo inglés le ofreció un tratado del filósofo John Ruskin
titulado Unto this Last. El viaje de
Johannesburg a Durban era de 24 horas, tiempo durante el cual Gandhi no pudo
dejar el libro un solo instante. “Decidí cambiar mi vida acorde con los ideales
de Ruskin”, señalaría más tarde.
Cuando
descendió del tren había prometido renunciar a todos los bienes de este mundo y
vivir conforme a los ideales anticapitalistas de Ruskin. La riqueza no era más
que un arma para engendrar esclavitud, escribía el filósofo. Sus ideas se
asemejaban mucho a las de su madre Putlibai, la cuarta esposa de su padre,
quien basada en el Bhagavad Gita, le inculcó durante la infancia a no hacer daño a ningún ser viviente,
a ser vegetariano, a ayunar para purificarse, y a ser tolerante con otros
credos religiosos. Este cambio total en la vida de Gandhi asume mayor
grandeza si se tiene en cuenta que en ese momento era un próspero abogado con
un ingreso anual de 5.000 libras esterlinas, una fortuna para la época.
Adquirió
una granja de 50 hectáreas a 20 kilómetros de Durban, en plena región zulú.
Gandhi aplicó allí el modo de vida que lo acompañaría hasta su muerte:
renunciamiento a las posesiones materiales, satisfacer de la manera más simple
las necesidades del hambre, una vida comunitaria en la que el trabajo de cada
uno tenía el mismo valor y las dos doctrinas que lo volvieron mundialmente
célebre: la no violencia y la
desobediencia civil. Finalmente le comunicó a su esposa Kasturba Makhanji,
quien lo ayudó incondicionalmente en todas sus actividades y con la que tuvo 4
hijos, que había tomado el voto de castidad.
El
destacado escritor Gilbert Murray, fue uno de los primeros en tomar conciencia
de la importancia de la singular personalidad de Gandhi, cuando en una
publicación londinense escribió con extraordinaria lucidez el siguiente párrafo: “va a ser muy difícil lidiar con un hombre que
tiene un desinterés total por los placeres sensuales, las riquezas, el confort
y la promoción, pero que tiene la firme determinación en creer en lo que es
correcto. Es un enemigo peligroso y atípico porque aunque conquistemos su
cuerpo, no podremos hacerlo con su alma”. Sus palabras fueron proféticas ya que
con su metódica desobediencia civil sin violencia, Gandhi lograría derrotar a
un imperio y hacerle perder su más preciada colonia.
Regreso a la India
El
9 de enero de 1915, Gandhi, regresó a la India y fue recibido como un héroe por
una multitud entusiasta. Aquel hombrecito vestido con una túnica y sandalias y
aspecto insignificante sería a partir de entonces la figura dominante de su
país y el líder más influyente que haya conocido el mundo. Rabindanath Tagore,
el Premio Nobel de literatura le confirió el título de Mahatma: la “Gran Alma” y a partir de entonces pasaría a ser
llamado Mahatma Gandhi por las masas, el periodismo, los políticos y el mundo
entero.
Su
lucha pacífica contra el Imperio Británico se inició cuando tomó conciencia del
maltrato que podían ejercer los ingleses con sus súbditos. En febrero de 1919,
el Consejo Legislativo Imperial pasó la ley Rowlat
Act, mediante la cual cualquier hindú sospechoso de sedición podía ser
detenido y encarcelado por tiempo indefinido. Gandhi organizó una táctica
pasiva que inmovilizó a la India, pero no pudo evitar que se produjeran revueltas
en varios sitios que fueron brutalmente repelidas por los soldados ingleses y
dejaron un saldo de 400 muertos y miles de prisioneros.
Calmados
los ánimos y con la bendición del virrey, Gandhi formó el Partido del Congreso
que se transformó en un movimiento de masas animado por su ideal de no
violencia y donde él era el alma del Partido y la misión: la independencia de
la India. A partir de entonces, todo lo que fuera inglés debía ser boicoteado.
Gandhi empezó devolviendo al virrey las dos medallas que había ganado con su
cuerpo de ambulancias durante la Guerra de los Boers.
Inició
campañas de educación para incitar a los aldeanos a utilizar letrinas, mejorar
sus condiciones sanitarias, combatir el paludismo, construir escuelas y
estimular las relaciones entre hindúes y musulmanes.
Marchó por todo el país
pasando noches enteras en los asientos de tercera clase de los trenes, habló
varias veces al día y visitó miles de aldeas, caminando descalzo y seguido por
sus partidarios. Las multitudes acudían de todas partes para conocer
personalmente al Mahatma Gandhi. Pero hubo dos cruzadas que por su
originalidad, el carácter masivo de la respuesta y el daño que infligieron a la
economía del imperio, trascendieron ampliamente las fronteras: el retorno al
empleo de la rueca y la marcha de la sal.
El
Reino Unido compraba el algodón indio a precios irrisorios que regresaba
convertido en paños que eran vendidos a valores muy superiores. Gandhi resucitó
la vieja rueca de madera para que millones de hindúes, empezando por él mismo, hilaran
su ropa y evitaran comprar las telas inglesas.
Gandhi hilando en la tradicional rueca
Esta gesta revolucionaria
produjo un impacto negativo importante en la economía inglesa y tuvo tanta
trascendencia que la bandera actual de la India independiente lleva en su
centro el símbolo de una rueca.
A
esta cruzada Gandhi agregó la “marcha de la sal”. En el clima tórrido de la
India, la sal era un elemento indispensable en la alimentación de cada
habitante. Abundaba en las costas, pero el gobierno británico conservaba el
monopolio de su distribución y estaba gravado con un impuesto que para los
campesinos que subsistían al límite, resultaba oneroso.
En
la madrugada del 13 de marzo de 1930, Gandhi salió de su vivienda con un
cortejo de discípulos e inició una marcha de 400 kilómetros hacia el mar. A
medida que pasaban los días la caravana aumentaba en volumen y millares de
hombres, mujeres y niños, se apiñaban y arrodillaban a su paso para saludar al
Mahatma. El virrey optó prudentemente por no ejercer ningún tipo de represión
ni interferencia, ya que por entonces había decenas de periodistas que seguían
diariamente a la gigantesca multitud y enviaban periódicamente cables a sus respectivos países
sobre la evolución de la marcha. Las pantallas de cine se llenaron de imágenes
del hombrecito semidesnudo que apoyado en su bastón y aclamado por multitudes se
encaminaba con voluntad de hierro hacia el mar.
Después
de 25 días Gandhi sumergió sus pies ampollados en las aguas del océano Índico
cerca de la ciudad de Dandi, se agachó, recogió un puñado de sal y lo elevó al
cielo ante millares de espectadores que lo aclamaron. La sal se había
convertido junto con la rueca en los dos símbolos de la lucha por la
independencia.
De
un extremo al otro del continente la gente se dedicó a recoger sal, purificarla
y distribuirla. Esa medida más el boicot hacia toda mercadería proveniente de
Inglaterra hizo que el gobierno reaccionara con una feroz represión y Gandhi
estuvo entre los miles de encarcelados. Pero todo fue inútil, los métodos
clásicos de castigos de todo tipo se estrellaron contra la táctica imbatible y
original de la desobediencia civil sin violencia. Para el imperio británico la
India se había convertido en un volcán fuera de control.
Un
día de febrero de 1947, los Miembros de la Cámara de los Comunes, esperaban
sombríos y melancólicos el discurso del Primer Ministro sobre el futuro de la
India. Clement Attlee comenzó a leer el mensaje que había sido preparado por el
almirante Mountbatten: “El Gobierno de Su Majestad desea hacer saber claramente
que tiene la firme intención de adoptar las medidas necesarias para proceder al
traspaso de la soberanía de la India a manos de una autoridad india responsable
en fecha no posterior al mes de junio de 1948”.
Pese
a las protestas de Churchill, la Cámara de los Comunes ratificó la marcha de la
historia. Por aplastante mayoría votó el final del reinado de Gran Bretaña en
la India. Gandhi había triunfado sobre el impero.
Gandhi.
Biografía y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea. http://www.biografiasyvidas.com/monografia/gandhi/
Dominique Lapierre y Larry Collins. Esta noche, la
libertad. Emecé Editores. Buenos Aires 1978.
Gandhi. Macropedia, tomo 19. Encyclopaedia Britannica.
Chicago 1995.
Annete Barnabas. Mahatma
Gandhi: An Indian Model of Servant Leadrship. IJLS. International Journal of
Leadership Studies. International
Journal of Leadership Studies, Vol. 7 Iss. 2, 2012.
Muchas gracias AMIGAZO Ricardo, es màs que conmovedora esta Nota. FELICITACIONES.
ResponderEliminarGracias, querido Ricardo. Es excelente que nos hayas enviado este vívido relato sobre Gandhi, cuando es para muchos y también para mí, imparable el poder del peor capitalismo donde además el avance en la tecnología y la comunicación es vertiginosamente negativo. No cambia mi opinión pero sí es un bálsamo, como lo fué una película que ví el domingo en el Aroldo Conti sobre las lucha de los aborígenes mayas en Guatemala. Beso y gracias otra vez. Edith.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido Ricardo por este relato tan importante y vívido sobre la vida Gandhi, en un momento en que tantos creemos que el poder de el capitalismo más cruel y salvaje no tiene retorno y con el correlato del vértigo del avance tecnológico en las comunicaciones entre los hombres. Esta lectura resulta verdaderamente un bálsamo.
ResponderEliminarUn beso y gracias otra vez. Edith.
Muchas gracias por tu valioso comentario Edith
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