Sabin Arnold von Sochoscky
Sabin
Arnold von Sochoscky se había recibido de médico en Ukrania y le fascinaba la
química. Con esos antecedentes y 23 años de edad, ingresó a los Estados Unidos
en 1906 en busca de oportunidades. Era inteligente, emprendedor y ambicioso,
atributos que 7 años después le permitieron inventar una tintura fosforescente
a base de uranio. Se le ocurrió la idea original de emplearla para pintar las
agujas y los números de los relojes.
La idea tuvo amplia acogida por el público
y de su fábrica salieron miles de relojes que fueron ávidamente consumidos. A
la gente le encantaba poder leer la hora en una oscuridad total o en el medio
de la noche. Sochoscky
instaló su empresa, la US Radium
Corporation, en Orange, New Jersey, donde llegaron a trabajar alrededor de
70 jovencitas.
Sochoscky era un convencido que para tareas delicadas, las
mujeres eran quienes mejor lo hacían y además, tenían mayor capacidad de
concentración que los hombres. La Gran Guerra de 1914 aumentó considerablemente
los pedidos de instrumentos bélicos con diales fosforescentes y Sochoscky amasó
una fortuna considerable.
Las
trabajadoras utilizaban finos pinceles de pelo de camello y cada tanto se lo
llevaban a la boca para afinar la punta. Con ellos pintaban el dial y las
manecillas y cada operadora alcanzaba a terminar 250 relojes por día, con una
paga de 27 centavos dólar por reloj. Ocasionalmente, una vez terminada la tarea
se divertían pintándose la boca, las cejas, las uñas o haciendo un círculo
alrededor de los ojos y se introducían en una habitación oscura para ver como
brillaban.
Por
entonces había escaso conocimiento de que el radio, el componente que tornaba a
la pintura fosforescente, generaba radioactividad. Madame Curie, la descubridora
de este elemento, había fallecido a los 67 años en 1934 de anemia aplásica, una
enfermedad mortal e incurable, pero en un principio no se relacionó su muerte
con el contacto permanente que ella tenía con el radio. Cuando se supo su
capacidad reactiva, los manuscritos, textos, documentos y hasta un libro de
cocina y otros objetos que la científica usó, fueron guardados en cajas
revestidas de plomo. Toda persona que quiera tener acceso a ese material de
consulta debe colocarse equipos especiales contra la radioactividad.
Poco
a poco, las operarias de Sochoscky empezaron a enfermarse, los síntomas eran
cansancio y debilidad general, muchas perdieron los dientes y desarrollaron
cáncer de la boca y las mandíbulas. El radio tiene la particularidad de fijarse
en los huesos y allí se queda para siempre liberando radiaciones tóxicas. Se
comprobó que al introducir a una de estas pacientes en una habitación
totalmente oscura, le brillaba el esqueleto.
La realidad demostró que estaban
todas condenadas a morir en forma lenta con mucho padecimiento, mientras que las
más afortunadas sufrían una muerte fulminante por hemorragias o anemia de
rápida evolución. El periodismo que se ocupó extensamente del tema las llamaba
“the radio girls” (las chicas del
radio).
El
Dr. Sochotsky contrajo una anemia que le produjo la muerte en 1928 cuando
contaba 46 años. Para él, la última etapa de su vida fue un infierno viendo
cómo se fundía su empresa y se iban muriendo una detrás de la otra, las que
habían sido sus empleadas. Pese a que era inocente, ya que ignoraba los efectos
del radio, tuvo que dilapidar enormes sumas de dinero en tratamientos
y litigios por las denuncias de las operarias.
La
tragedia de las chicas fosforescentes mostró aspectos repugnantes del sistema
capitalista y de la avaricia humana. Los directivos de otras empresas similares
rechazaron las denuncias por enfermedad de sus operarias y atribuyeron sus
síntomas a otras afecciones como la sífilis con lo cual además, las estigmatizaron.
Los médicos, dentistas e investigadores, presionados por las empresas,
abandonaron sus principios y el juramento hipocrático y no hicieron denuncias
hasta que el encubrimiento se hizo insostenible.
El
poder judicial no se quedó atrás en el ocultamiento de esta verdadera
catástrofe laboral. A las mujeres afectadas les costaba encontrar un abogado
defensor y cuando las denuncias llegaban a los magistrados, el movimiento de
los expedientes era lento y tedioso. Los juicios duraban meses y las obreras
denunciantes se presentaban a los tribunales en sillas de ruedas porque estaban
tan inválidas que apenas tenían fuerzas para levantar la mano y prestar
juramento.
Hubo
al menos varios aspectos positivos: se emitieron leyes para mayor protección de
los trabajadores en cualquier tipo de tareas y se implementó un seguro por
accidentes de trabajo. El personal que operaba con radio debía estar
adecuadamente protegido con ropas y guantes especiales para evitar las
radiaciones. Se creó el Center of Human
Radiobiology que se dedicó a la investigación de la contaminación por
sustancias radioactivas. Entre los informes que produjo señaló que debía
emplearse radio 226 mucho menos tóxico que el 228 que ataca los huesos
produciendo cáncer y fracturas.
Este
centro de investigaciones también realizó una pesquisa de las personas, casi
todas mujeres, afectadas por el radio durante todos esos años y se llegó al
número de 2403 casos, casi todos fallecidos al momento del informe final en
1993. La radioactividad las acompañó hasta la tumba, según lo registraba
cualquier contador Geiger aplicado próximo a las lápidas.
MessyNessy. The
Radium Girls and the Generation that brushed its Teeth with Radioactive
Toothpaste. Julio 2015. http://www.messynessychic.com/2015/07/02/the-radium-girls-and-the-generation-that-brushed-its-teeth-with-radioactive-toothepaste/
Henning Mankel. Arenas Movedizas.
Editorial Tusquets. Barcelona 2016.
Kate Moore. The Radium Girls. Ria
Christie Collections. 2016.
Con mi marido comentamos lo interesante de tus comentarios y artículos seleccionados. Gracias Ricardo. un abrazo Alicia
ResponderEliminarMe gustan mucho tus reseñas sobre asuntos médicos, Ricardo. En el Radio City Music Hall de Nueva York, allá por las décadas de 1940 o 1950, bailaba un famoso grupo de chicas "fosforescentes" ya que llevavan vestidos de ese tipo. Creo, pero no estoy seguro, que algunas de ellas también fueron afectadas por la radiación, dado que bailaban todas las noches.
ResponderEliminarTambién, como hematólogo me tocó ver pacientes con anemia aplástica preleucémica debida a medios de contraste basados en torio. Estos fueron inyectados para mielogramas, antes que se supiera que el torio era leucemogénico.
Abrazos,
Eso es cierto
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