La
lírica tanguera es prolífica en la temática de la bebida y podría afirmarse que
hay más de cien piezas que mencionan, al menos en una estrofa, una escena del
bebedor expresándose bajo los efectos del alcohol. Lo fascinante es que en el tango,
el tema de la bebida constituye una paleta de variados matices, y se equivoca
quien cree que se circunscribe al individuo despechado por la mujer que lo
abandonó o lo traicionó, y se entrega a la bebida para olvidar.
Beber en soledad
El
bebedor (Pablo
Picasso).
Hay letras
que evocan el efecto peligroso de la bebida porque libera las inhibiciones y el
guapo corre el riesgo de relatar a su oyente episodios que revelen su
fragilidad. Por eso bebe en soledad para no ponerse sentimental y llorón delante
de otros, que no es cosa de hombres aflojar de esa forma y mostrar debilidad.
Al respecto hay varios ejemplos:
No me gustan los boliches, que las copas charlan mucho
Y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó
Yo conozco muchos hombres que eran vivos y eran duchos
Y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón.
Este tango
de Carlos Waiss, llamado Bien pulenta,
con música de Juan D’Arienzo y Héctor Varela, destaca el riesgo de beber entre
amigos y volverse sensible y tierno, sentimientos que no debe exteriorizar
quien presume de hombría. La letra recurre inevitablemente a términos lunfardos
como “boliche”, “deschavar” y “garrón” (“comerse un garrón”), que equivalen a
“bar”, “confesar” e “inmerecido” (“pasar incomodidad”), respectivamente.
En Jamás lo vas a saber, de Aznar y Sucher,
se reitera el riesgo de caer en la tentación de beber en compañía. El personaje
se dirige a la mujer que lo abandonó como si la tuviera frente a él, pero es
solo su imaginación:
No me vas a ver tirado, ni me vas a ver vencido,
No me vas a ver rodando como vos te imaginás,
Ni metido en los boliches pa´ olvidarme de tu
olvido...
Si has pensado en todo eso, no lo vas a ver jamás.
Cuando tenga que nombrarte voy a hacerlo sin testigos
Por si acaso, en una de ésas, se me escapa un
lagrimón,
Y si tomo alguna copa no va a ser con los amigos
Uno nunca está seguro, si le falla el corazón.
Elogio del champán
Para
todas estas ocasiones, la bebida habitual es el vino, pero el tango le guarda
un lugar reservado y jerárquico al champán, de presencia obligada en los
cabarets de buen nivel. En general está relacionado con un hombre o una mujer
en la cumbre de su fama, sea por el dinero que posee o por la belleza de ella.
En una palabra, el champán indica categoría, alegría y disfrute de la vida,
generalmente pasajera, ya que estos personajes suelen terminar arruinados por
el juego y, en el caso de las mujeres, por el desgaste que produce una vida
disipada, que las convierte en una sombra de lo que eran en tiempos pasados.
En
Muñeca brava, de Enrique Cadícamo y
Luis Visca, el protagonista recuerda a la que en un tiempo fue su novia y ahora
se codea en los cabarets con admiradores adinerados que la mantienen. Ella es
hermosa, luce joyas, es el centro de atención en los bailes y los hombres se
rinden a sus pies, pero él le vaticina una pronta decadencia, un poco por
despecho y otro poco porque casi inevitablemente la muchacha se dirige hacia un
final sombrío. La letra comienza destacando su apogeo:
Che, madam que parlás en
francés
y tirás el dinero a dos
manos.
Que cenás con champán bien
frappé
y en el tango enredás tu
ilusión.
La
última estrofa pronostica su ocaso:
Meta champán, que la vida se
te escapa,
muñeca brava, flor de
pecado...
¡Cuando llegues al final de
tu carrera
tus primaveras verás
languidecer!
La
palabra champán se repite dos veces, siempre relacionada con una situación de
abundancia, diversión, de goce del presente desdeñando las consecuencias a
futuro.
Ramona (Antonio Berni).
El
Chantecler era un salón bailable de categoría y por lo tanto allí solo se bebía
champán. Fue demolido en 1960, y Enrique Cadícamo, un asiduo concurrente del
lugar, lo recordó con nostalgia en el tango Adiós
Chantecler:
Te redujo a
escombros la fría piqueta
y al pasar
de noche mirando tus ruinas,
este
milonguero se siente poeta
y a un tango
muy triste le pone sordina.
Entre
aquellas rojas cortinas de pana,
de tus
palcos altos que ahora no están,
se asomaba
siempre madama Ritana
cubierta de
alhajas, bebiendo champán.
Madama Ritana era una cortesana, es decir, una
prostituta de alta categoria, y el autor de estas letras la describe en un
palco cubierta de alhajas y bebiendo champán. Nuevamente la burbujeante bebida
está relacionada con el lujo y el placer.
El Chantecler
El vino para borrar desilusiones amorosas
Se recurre a la bebida en estas
situaciones para mitigar el dolor y para olvidar, aunque se termina
recordando más, ya que el protagonista la sigue evocando entre los vahos del
alcohol. Existe uma catarata
de ejemplos, y es preciso realizar una selección, lamentablemente arbitraria.
En La última copa, de Andrés Caruso y Francisco Canaro, el dolor del hombre
es casi desgarrador y no logra borrar de su mente la figura de la amada. El
alcohol, en lugar de ser un alivio, le hace volar la imaginación pensando que
mientras él se embriaga en el bar, ella está gozando con otro:
Yo
la quise, muchachos, y la quiero
y
jamás yo la podré olvidar;
yo
me emborracho por ella
y
ella quién sabe qué hará.
…
brindemos, nomás, la última copa,
que
tal vez también ella ahora estará
ofreciendo
en algún brindis su boca
y
otra boca feliz la besará.
En La última
curda, de Cátulo Castillo con música de Aníbal Troilo, el autor de la letra
incluye tres elementos que son centrales en esta poesía: el instrumento, que es
el bandoneón, el alcohol y el protagonista. Castillo tuvo la original idea de
que el protagonista, en lugar de confesarle a un amigo su nostalgia y la
pérdida de la mujer amada, se lo cuenta al bandoneón:
Lastima, bandoneón,
mi corazón tu ronca maldición maleva…
Tu lágrima de ron me lleva
hasta el hondo bajo fondo donde el barro se subleva.
Ya sé, no me digas. ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda y es todo, todo, tan fugaz,
La vida es una herida absurda y es todo, todo, tan fugaz,
que es una curda, ¡nada más! mi confesión…
Contame tu condena, decime tu fracaso.
¿No ves la pena que me ha herido?
Y hablame simplemente de aquel amor ausente tras un retazo del olvido,
¡Ya sé que me hace daño! ¡Ya sé que te lastimo
llorando mi sermón de vino! Per, es el viejo amor que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturda la curda que al final termine la función, corriéndole
un telón al corazón.
Es que este
instrumento, en el mundo del tango, tiene vida propia, es como un ser más, con
la ventaja de que guardará sus secretos y su blandura. Porque en el tango, el fueye
es el alma de la orquesta y no se concibe un grupo musical sin él.
El bandoneón se hizo
imprescindible para la interpretación de cualquier tango y desalojó a la flauta,
de sonido ligero y travieso. Era el instrumento que el tango esperaba para
volverse quejumbroso y sentimental.
Habiendo hecho estas disquisiciones
sobre el fueye, regresamos al tango La
última curda, que precisamente es el fruto de una buena borrachera. Según el
cantor Edmundo Rivero, esta pieza musical nació una noche de verano, entre botellas
de vino y charlas, en un balcón de la calle Corrientes donde Aníbal Troilo y
Cátulo Castillo le fueron dando forma. Finalizada la tarea y ya prácticamente
sobrios, una serie de aplausos les hizo advertir que abajo en la vereda se
había reunido un grupo numeroso de personas que los estuvieron observando
atentamente. Dijo Rivero: “Tuvimos que acceder al pedido de hacer el tango
entero desde el balcón”.
Hasta aquí, el protagonista, mientras bebe,
lamenta la pérdida de su amor, pero una variante interesante es la del que
decide emborracharse tras haber visto a su antigua novia, tan solo diez años
después, hecha una piltrafa humana. Él lo había perdido todo por ella, amigos,
dinero, trabajo y sobre todo dignidad, y no puede soportar que la belleza de
otrora sea el espectro que acaba de ver. Se trata del tango Esta noche me emborracho, y el autor de
la letra es Enrique Santos Discépolo, quien, con despiadados trazos, hizo una de
las descripciones más lapidarias del derrumbe físico de una mujer:
Sola, fané, descangayada,
la vi esta madrugada salir de un cabaret.
Flaca, dos cuartas de cogote, una percha en el escote
bajo la nuez.
Chueca, vestida de pebeta, teñida y coqueteando su
desnudez.
Parecía un gallo desplumao, luciendo al compadrear el
cuero picoteao.
Después de esta visión, el
hombre vuelve derrumbado al hogar, decidido a emborracharse para olvidar esa
mala imagen. El tango termina con estos versos:
Este
encuentro me ha hecho tanto mal
que
si lo pienso más, termino envenenado.
Esta
noche me emborracho bien
me
mamo bien mamado, pa no pensar.
Esta noche me emborracho es la pieza
que sin duda catapultó a la fama a Discépolo, poco tiempo después cantada por
Azucena Maizani y Carlos Gardel. Cuenta
la leyenda que Discépolo se presentó una tarde en el teatro Maipo con la
partitura bajo el brazo, esperando que la incluyeran en la obra que se iba a
estrenar. Se sentó al piano y comenzó a cantar, pero nadie lo escuchaba, tan
preocupados estaban todos ante la inminencia del estreno, que director,
guionista, tramoyistas y actores se desplazaban inquietos por el escenario. De pronto, al levantar la vista, vio a una corista muy
económica de ropas, que acompañaba el ritmo con un cabeceo mientras descendían
lágrimas por su rostro pintado. Aquella imagen no se borraría de la memoria de
Discépolo, quien no precisó ningún otro testimonio para comprender que había
logrado alcanzar la sensibilidad que pretendía, describiendo el encuentro entre
el hombre que lo había perdido todo por culpa de aquella mujer, que ahora era
una sombra patética de la que otrora había sido una belleza irresistible.
Beber
por puro placer
Son varios los tangos en que el
individuo deja claro ante los demás que él no necesita haber sufrido abandonos,
ni perder su fortuna en el juego para beber hasta emborracharse, simplemente
bebe por vicio en un claro sinceramiento de que es un alcohólico, y el título
del tango De puro curda, de Carlos
Olmedo y Abel Aznar, despeja toda duda:
¡Che mozo! Sirva un trago más de caña,
yo tomo sin motivo y sin razón;
no lo hago por amor que es vieja maña,
tampoco pa’ engañar al corazón.
No tengo un mal recuerdo que me
aturda,
no tengo que olvidar una traición,
yo tomo porque sí… ¡de puro curda!
Pa’ mí es siempre buena la ocasión.
No puede quedar afuera de esta lista
el famosísimo tanto Los mareados, de
Enrique Cadícamo y Carlos Cobián. Aquí no hay un hombre solo lamentando un
abandono, en este caso la letra nos cuenta de una pareja que decidió separarse
de común acuerdo porque la relación ya no tiene futuro ni vuelta atrás. Ambos
están ebrios, infundiéndose coraje con la bebida para decidir la separación
definitiva:
Esta noche, amiga mía, el alcohol nos ha embriagado...
¡Qué importa que se rían y nos llamen los mareados!
Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos...
Esta noche beberemos porque ya no volveremos a vernos
más...
Hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi
vida..”
Los
mareados (Silvana Delfino).
Horacio Ferrer. El libro del tango. Arte popular de Buenos Aires. Antonio Tersol
Editor, Tomo 1. 1970.
Historia y letra del tango Los Mareados. Zorzal.com. Disponible en:
http://www.zorzalcriollo.com/argentina/historia-y-letra-del-tango-los-mareados.php
José Gobello. Letras de tangos. Buenos Aires: Ediciones Nuevo Siglo 1995.
Cuando la calificadora Standard & Poor’s nos mejora el puntaje
ResponderEliminarCuando la señora Lagarde del FMI nos dice que estamos en el buen camino
Cuando el presidente de la Sociedad Rural Argentina muestra su satisfacción con este gobierno
Cuando los fondos buitres están dispuestos a negociar
Cuando de la Casa Blanca dicen que ahora podremos hacer buenas relaciones comerciales con Argentina
Cuando La Nación y Clarín elogian la gestión de Macri
….Es porque estamos en el horno!!!!!
Qué pedazo de pelotudo, bueno, que se puede esperar de un medicucho pedorro
ResponderEliminarDon Ricardo: supo algo más del ingeniero fracasado del boliche pedorro de la calle SOler? Ese que lo metieron en cana en una comisaría de Vicente López por hacerse el ventajita y pichulearle la cuota alimentaria a su hijo. Hay que ser cretino!
ResponderEliminarNo conozco a ese sujeto, mi memoria no retiene personajes insignificantes
EliminarWinston trabaja en el Ministerio de la Verdad, su sección se llama Departamento de Registros. Su función es revisar en los diarios y noticias, no importa la antigüedad de los mismos, todo informe que pueda afectar al Gran Hermano. Cuando encuentra un artículo que daña la imagen del régimen o la figura del líder, Winston hace una búsqueda de su autor y de todo lo que había publicado. Una vez juntado el material lo coloca en un envase cilíndrico y lo introduce en una tubería que lo aspira y lo arroja a un horno de alta temperatura que lo trasforma en polvo. El autor, no importa si murió hace tiempo o se refugió en el extranjero, a partir de este momento deja de existir, nadie encontrará de él el menor rastro, simplemente nunca existió. En la oficina de Winston y en todas las demás hay un cartel con un rostro y al pie del mismo la frase: “El Hermano Grande te Vigila”.
ResponderEliminarRecreado del libro 1984 de George Orwell
El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos que conduce Germán Garavano decidió eliminar de la web a su cargo más de diez mil investigaciones periodísticas y notas de prensa publicadas por Infojus Noticias, portal que en los últimos tres años dedicó amplias coberturas a temas como violencia institucional, violencia de género, lavado de dinero o civiles imputados en delitos de lesa humanidad. Entre los contenidos que la gestión Cambiemos decidió invisibilizar a los lectores aparecen temas sensibles para el presidente Mauricio Macri como su imputación por espionaje ilegal como jefe de Gobierno porteño, la represión en el Hospital Borda, el incendio del depósito de documentos de la empresa Iron Mountain en el que murieron diez personas o la relación de la familia de la primera dama con talleres de costura clandestinos.
Extraído del artículo escrito por Diego Martinez en Página 12
Cualquier relación entre la novela de Orwell y la gestión de Macri es pura coincidencia.
Ricardo
Ayer escribí acerca de la misma y dramática semejanza.
EliminarSaludos;
Interesante, Ricardo. Por eso la libertad de prensa (y de opinión) es la más inprescindible para la democracia.
EliminarDefinitivamente estamos viviendo tiempos distópicos…
EliminarHola, Ricardo
ResponderEliminarQué bueno, que, a pesar de los bajones, tu pluma digital continúe reseñandola historia y el arte. Muy buen artículo. Un abrazo, Mauro
Ricardo, soy cristina deluca. estuve pasando una situacion familiar dificil, motivo por el cual tus correos no te contestaba. lo que esta psando es "terrible" estamos ahora si en UNA DICTADURA FORMAL", formal porque el macrismo ganó las eleccciones, justito pero ganó. pero yo me pregunto y el 49% restante que votamos otra cosa? no hablaban tanto del respeto a la minorias, que con el 49 no somos tan minoría....y el republicanismo? el respeto a las instituciones? nombrar dos jueces de la corte por decreto ( que ni bartolome mitre se atrevio a tanto) es respeto a las instituciones....salvo las armas en la calle estamos igualando la epoca de terror que se inicio en 1976. cariños y nos mantenemos en contacto.-Agrego algo respecto a los diputados que se separaron del frente, mi mamá decia que debia existir la revocacion de mandato....porque como votantes debemos admitir que un diputado votado con proyectos que compartimos, decida tomar otro camino? que se vaya a su casa, deje la banca y empiece de nuevo, y ahi sabremos cuantos votos genuimnos logra sin ir en la lista del frente.
ResponderEliminarMuy buena la reseña tanguera!
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