Los
dos principales diarios del estado de Massachusetts son el Boston Herald y el Boston
Globe y ambos compiten por las primicias. El Boston Globe, fundado en 1872, cuenta con un equipo de varios
periodistas que actúan con independencia del resto de la planta del periódico.
Bajo el nombre de Spotlight, este
grupo se dedica a investigar casos de resonancia de carácter político económico
o social. Para ello, se distribuyen en distintas líneas para desarrollar un
tema, trabajo que a veces les lleva meses. A primera vista parecería que
aportan poco al diario, sin embargo, varios de los numerosos premios ganados
por el matutino, se deben a Spotlight.
Entrada principal de el Boston Globe
Cuando
en enero de 2002 el nuevo jefe de editores Marty Baron convocó a los
periodistas de Spotlight, encabezado
por Walter Robinson y les dijo que abandonaran todo lo que estaban haciendo y
se dedicaran a investigar las denuncias de pedofilia cometidas por el sacerdote
John Geoghan, el tema no pareció entusiasmar al grupo. En ese momento ignoraban
que estaban por develar a la opinión pública el caso más resonante en la
historia del Boston Globe, que les
valdría un premio Pulitzer y que desencadenaría una catarata de reacciones de
todo tipo. La nota llevaría a la bancarrota a varias arquidiócesis de Estados
Unidos, trascendería los límites del país y dejaría secuelas que todavía
perduran.
La
investigación duró 5 meses y empezaron por recabar datos acudiendo a la
Iglesia. Pronto se dieron cuenta que por esa vía no lograrían absolutamente
nada. La institución era un bloque monolítico impenetrable que no les aportó la
menor información.
El equipo de Spotlight
Contactaron
a un tal Phil Saviano, un sobreviviente de pedofilia que dedicó gran parte de
su vida a recolectar casos de sacerdotes violadores. Fue entonces cuando los
periodistas recibieron la primera sorpresa, no se trataba solo del padre
Geoghan, Saviano les aportó información sobre 13 sacerdotes más y esto era solo
el comienzo. Una de las víctimas del padre Geoghan había sido la señora Mac
Pherson, que fue quien lo denunció. A los 41 años esta mujer se decidió
finalmente a enfrentar su pasado y se presentó ante la justicia para acusar al
sacerdote que la había violado cuando solo tenía 6. Se contactó con un abogado y
le mostró una foto de su infancia, un rostro triste que enfrentaba a la cámara,
el rostro de una de las tantas víctimas del depravado Geoghan.
Mitchell Garabedian
El
abogado en cuestión se llamaba Mitchell Garabedian, quién desde hacía décadas
venía representando a víctimas de abuso sexual. Al principio Garabedian se
mostró reticente y poco colaborador, la Iglesia lo asediaba y creía que el
periodista del Boston Globe era un
señuelo tendido por la institución. Con paciencia que les llevó semanas,
finalmente se ganaron la confianza de Garabedian y este les dio acceso a su
portafolio de casos.
Fue
el punto de inflexión de la investigación: al grupo de Spotlight se le abrió un universo donde reinaba el vicio y la
degradación del ser humano. Geoghan resultó ser la punta de un iceberg de
cientos de casos de pedofilia, producidos por 87 sacerdotes, cuidadosamente
encubiertos por la Iglesia. Tuvieron acceso a numerosos testimonios y
comprobaron que había una metodología sistematizada y perversa para atraer a
las víctimas.
En general se trataba de menores provenientes de familias de bajo
nivel socioeconómico, preferiblemente de matrimonios disfuncionales. Los
violadores no hacían discriminaciones de sexo ni de raza. Para el niño o niña
que empezaba a ser sometido a un elaborado proceso de seducción, el individuo
bajo la sotana era la representación de Dios y le era muy difícil escapar de
esa imagen. En un buen número de casos la designación como monaguillo era el
medio favorito para iniciar la conquista. Muchos de los entrevistados por los
periodistas habían quedado devastados como consecuencia de aquellas
experiencias, cayeron en la droga, o sufrieron problemas psiquiátricos y no
escaseaban los que se suicidaron.
Si había una denuncia, el cardenal Bernard
Francis Law, arzobispo de la Arquidiócesis de Boston, echaba tierra sobre el
asunto y en el legajo personal del victimario solo figuraba “ausentado por
enfermedad”. El sacerdote era transferido a una nueva parroquia donde
generalmente volvía a delinquir.
Cardenal Bernard Francis Law
Finalmente,
Garabedian convenció a un juez para que obligara a la Arquidiócesis a entregar
sus propios archivos secretos. Tener los documentos de la Iglesia hizo que la
historia fuera a prueba de balas. Por primera vez la institución quedaba
expuesta. En diciembre de 2001, el Boston
Globe ganó la demanda judicial que le permitió el libre acceso a los
documentos del juicio de Geoghan: éstos se hicieron públicos a mediados de
enero. La arquidiócesis reaccionó enviando una carta al diario, amenazando con
acciones legales si publicaba artículos basados en esos documentos. El editor
Martin Baron ignoró las intimidaciones, a las que calificó de “absurdas” y ni
siquiera se molestó en responder.
Comenzó
una carrera contra el tiempo, ya que al estar disponibles los archivos la
primicia podía ser utilizada por la competencia, es decir el Boston Herald. La
noticia emergió de las rotativas el domingo 6 de enero de 2002. Esa mañana, cuando
los periodistas del equipo Spotlight
llegaron a sus respectivos lugares de trabajo, esperaban ver a manifestantes
frente al edificio del diario protestando en contra de los ataques del matutino
hacia los católicos. Pero no había ni un solo manifestante. “Había un silencio
inquietante,” manifestó uno de los periodistas. Entonces comenzó a sonar el
teléfono y no paró de sonar durante días. La mayoría eran católicos leales,
apasionados, llenos de rabia y enojo, pero no con el Boston Globe, sino con el Cardenal Law, por haber traicionado a la
institución que amaban. El resto eran adultos que en su niñez habían sido
abusados por sacerdotes.
La
investigación de Spotlight se publicó
en el momento exacto en que el diario empezó a salir online, lo que le permitió exceder los límites del estado y del
país. Comenzaron a llover denuncias de pedofilia de todas partes del mundo.
La
saga sobre los abusos del clero, que le valió el premio Pulitzer al equipo en
2003, desató un escándalo que iba a consumir a la Iglesia durante una década y
que aún continúa.
A
fines de 2002, unos 1.200 sacerdotes habían sido acusados de abusos y cinco
prelados debieron renunciar. El más prominente de ellos fue el Cardenal Law,
quien renunció a su cargo en diciembre de 2002, casi un año después del primer
reportaje sobre el escándalo. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II lo premió
poniéndolo a la cabeza de la iglesia Santa María la Mayor de Roma, la más
importante después de San Pedro.
En 2008, dos productores de California
se contactaron con Spotlight para
consultarlos sobre la posibilidad de realizar una película sobre el tema. Los
periodistas se aseguraron que no tendría golpes bajos ni escenas escabrosas y
finalmente en 2016, la producción fue
exhibida en todas las pantallas del mundo. En Argentina se llama Primera Plana y es una reproducción
rigurosa de los acontecimientos, respetando a las víctimas así como a los
victimarios en la medida de lo posible.
Como señaló uno de los periodistas: “La
película no va a cambiar ni una pizca a la Iglesia. A ellos no les importa”,
afirmó. “Pero, en sí misma, empodera a las víctimas para salir adelante e
intenta esclarecer a los padres para que estén atentos y cuiden y protejan a sus
hijos. La película esencialmente destaca la importancia que tiene el periodismo
de investigación.”
Afiche de la película
Todo esto mueve a varias reflexiones y
preguntas a las que es difícil encontrar respuestas: ¿Por qué hechos tan
depravados no ocurren en el ámbito de pastores protestantes, rabinos,
sacerdotes ortodoxos y de otras religiones?
Una explicación fácil sería que los
sacerdotes católicos son los únicos obligados al voto de castidad y eso los
lleva a violarlo cuando no soportan la contención de una necesidad fisiológica.
Este argumento carece de asidero porque se calcula que un 50% de los sacerdotes
no respeta el voto, pero entonces ¿por qué muchos lo hacen con niños?
El
otro interrogante es aún más alarmante: ¿Por qué la Iglesia ha ocultado sistemáticamente
los casos de pedofilia, protegiendo a sus miembros?
David Osborne. La investigación que
desnudó la pedofilia en la Iglesia. Página 12, 29,01,2016. The Independent de Gran Bretaña.
Especial para Página/12.
David
Mizner. Reportear una verdad explosiva: Boston Globe y los abusos sexuales en
la Iglesia Católica. The
Journalism School Knight Case Studies Initiative. Columbia University.
Abuso sexual en la Iglesia. El
infierno en Boston. La República.pe. 01/11/2015. http://larepublica.pe/impresa/mundo/714741-el-infierno-en-boston
Alfonso
Llano Escobar. Pedofilia en la Iglesia de Boston: escándalo farisaico. 14/04/2002.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1378891