“Nada ni nadie me impedirá
servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su
liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la
vida en esta empresa, estoy a su disposición”.
Carlos
Mugica 1971
Sacerdote Carlos Mugica
(1930-1974)
El crimen
La
suerte del sacerdote Carlos Mugica quedó sellada a poco de ingresar como asesor
ad honorem en el Ministerio de Acción Social, porque se suponía que eso iba a
favorecer la actividad que él estaba desarrollando en las villas.
Inmediatamente comenzó a discrepar con López Rega, la autoridad máxima de esa
institución, porque percibió que aquél siniestro personaje lo que pretendía era
realizar negociados con empresas de construcción en lugar de que los mismos
villeros participaran en proyectos para edificar sus propias viviendas.
En
la villa de Retiro ante una multitud, Mugica hizo una renuncia pública a su
cargo en el Ministerio en un acto que fue televisado, donde les pidió permiso a
los villeros para dar un paso al costado. Fue su sentencia de muerte.
El
operativo para eliminar a Mugica estuvo a cargo de Rodolfo Eduardo Almirón,
quién además de ser custodio de López Rega era el pilar
de la organización terrorista que comandaba el Brujo desde el Ministerio de
Bienestar Social durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón.
José Lopez Rega
(el instigador) y Rodolfo E. Almirón (el ejecutor)
Todos los
sábados al anochecer, Mugica daba misa en la iglesia San Francisco Solano de
Villa Luro. El 11 de mayo de 1974 repitió el ritual. A poco de iniciado el oficio,
en la última fila se ubicó un individuo que desentonaba con el ambiente. Era un
extraño en un barrio donde todos se conocían. Cuando Mugica estaba por salir de
la iglesia lo llamó, “padre Carlos”, e inmediatamente comenzó a dispararle.
Carlos Capelli, su amigo y colaborador, quien había ido a buscarlo para ir a un
asado en la Villa 31, lo vio caer sentado contra una pared, mientras él mismo
se desplomaba al recibir otros balazos. Capelli sobrevivió después de varias
intervenciones quirúrgica y pudo relatar los hechos y reconocer como autor a
Rodolfo Almirón. Mugica aún con vida y con cinco disparos en el tórax y el
abdomen fue trasladado al Hospital Salaberry. Antes de morir le dijo a una
enfermera: “Ahora tenemos que estar más que nunca junto al pueblo”.
El transgresor
Mugica fue un
transgresor de su clase social ya que provenía de una familia aristocrática y
adinerada. Estudiando derecho se dio cuenta que su vocación era ayudar a los necesitados
a través del sacerdocio. Su familia era antiperonista y Mugica durante su
adolescencia también lo era, pero una vez sacerdote se dio cuenta que las
mayorías populares eran peronistas. Si quería estar con el pueblo no había otra
forma que asumir las ideas de ese movimiento. Sin embargo, no se adhirió
indiscriminadamente y se asimiló a la identidad peronista sin comulgar con la
dirigencia y el partido justicialista. Tampoco compartió la ideología de
violencia que caracterizaba a la agrupación Montoneros y solía decir “yo puedo
dejarme matar, pero nunca voy a matar a nadie”. Si había una decisión de conflicto
en gran escala, tendría que venir del pueblo, no de un grupo de dirigentes
iluminados que sentenciaban cuándo y cómo había que dar la lucha armada. Estos
conceptos vertidos por Mugica, han sido recientemente ocultados por el diario La Nación, que lo considera un
instigador de la violencia.
Mugica en la villa 31
Para Eduardo
de la Serna, quién fue su discípulo y hoy coordina el Grupo de Sacerdotes en
Opción por los Pobres, Mugica fue mucho más que un cura villero, ya que también
trabajó con grupos de estudiantes, dio clases en la Universidad, escribió notas
periodísticas y celebraba misa en San Francisco Solano donde lo asesinaron. En
1972 el ultraconservador arzobispo Juan Carlos Aramburu, le pidió que no fuera
más sacerdote, que se dedicara a la política. En realidad Mugica, en su ayuda a
los pobres, se estaba acercando cada vez más a la doctrina de Cristo, lo que al
mismo tiempo lo alejaba cada vez más de la jerarquía eclesiástica.
Después de la
muerte de Mugica, la Triple A desató una escalada de terror que se llevó a
cuestas a varios referentes sociales, como Rodolfo Ortega Peña, Atilio López y
Silvio Frondizi. Era el preludio de la era de plomo que a partir de 1976, se
cargaría con la vida de 30.000 argentinos.
Sin embargo, en
estos días la jerarquía eclesiástica, arrogándose un supuesto orden natural
dictado por Dios, sentenció que la “Argentina de hoy está enferma de
violencia”. Hipócritamente, los purpurados guardaron un silencio cómplice
durante los años de terror y
al menos los capellanes, colaboraron activamente con el régimen.
Si queremos remontarnos aún más en el tiempo, también callaron y
consintieron el gobierno de facto de Onganía y el bombardeo a Plaza de Mayo,
donde la aeronáutica y la aviación naval mataron a sus propios conciudadanos.
Con aire de señoras escandalizadas, los obispos emitieron un documento contra
el delito y la impunidad, mientras se niegan a entregar archivos de la dictadura,
protegen a capellanes que asistieron a las sesiones eléctricas de la ESMA y
encubren a curas pedófilos. Es muy probable, casi seguro digamos, que para
emitir este documento tuvieron el aval del papa Francisco. De ser así, tenemos la
típica ambigüedad que caracteriza a quienes pertenecen a la orden de los
jesuitas.
El silencio cómplice de la Iglesia
Monseñor José María Arancedo
Al referirse a
Mugica, Moseñor Arancedo señaló que había sido víctima de un asesinato, pero se
cuidó de mencionarlo como “mártir”, porque eso daría argumento para una futura
canonización. Nadie de la jerarquía eclesiástica estuvo presente en el homenaje
que la Presidenta Cristina dedicó al padre Carlos Mugica el sábado 10 de mayo.
El diario La Nación avaló el documento
de los purpurados y abiertamente señaló que el clima de violencia fue generado
por el gobierno, cuando este periódico junto con Clarín y su red monopólica, son los
que permanentemente están fomentando un estado de crispación y odio. El diario
de los Mitre (ahora Saguier del Opus Dei), posicionándose más radicalmente que el Episcopado, abiertamente niega la condición de mártir de Mugica. Aprovecha
además la circunstancia para sembrar cizaña a través de su editorial del día 13
buscando generar una brecha entre el papa y el gobierno.
La Presidenta Cristina en el acto de homenaje a Mugica el
10/05/2014
Sería loable
que el Papa Francisco en lugar de canonizar a Juan Pablo II, encubridor de
sacerdotes pedófilos, perseguidor de los movimientos progresistas de la Iglesia
y cómplice de los sucios entretelones financieros de la banca vaticana,
canonizara a Carlos Mugica, mucho más cerca de Dios que el papa polaco.
Fuentes
Martín
Granovsky. Que nadie más permita dividir al pueblo de Dios. Página 12,
11/05/2014.
Irina
Hauser. El fantasma de la Triple A. Página 12, 11/05/2014.
Horacio
Verbitsky. Haz lo que yo digo. Página 12, 11/05/2014.
Washington
Uranga. La vigencia de Mugica. Página 12, 11/05/2014
El
documento de la Iglesia. La Nación 13/05/2014.
Loris
Zanatta. La apropiación simbólica del padre Mugica. La Nación 13/05/2014
Gracias Ricardo, lo comparto como siempre. Un abrazo!
ResponderEliminarDijo el padre Hernán Benítez, que fue el confesor de Evita y una de las personas que estuvo más cerca de ella y quizás uno de sus mayores admiradores:
“No era una santa. No, no lo era. Menos que menos santa de altar. No corre el riesgo de que el Vaticano la canonice"
A la luz de quiénes fueron los últimos canonizados creo que éstas palabras se aplican perfectamente a Carlos Mugica.
Muy bueno!
ResponderEliminarYo conocí "visualmente" a Mugica cuando iba a visitar, hace muuuchos años, a uno de mis hermanos que había entrado al Seminario. Mugica cursaba también pero, además, su padre era muy conocido del mío, lo que explica los encuentros. Años muchos más tarde, me encontré con un compañero del colegio, José María Meisegeier, que estaba trabajando como cura en la Villa 31 y venía haciéndolo desde la época de Mugica.
Con respecto a su "adhesión" al peronismo, creo que le caben, letra a letra, las expresiones de Antonio Machado sobre su propia filiación política: "Carezco de filiación de partido. Aspiro a no tenerla jamás. Mi ideario político se ha limitado siempre a aceptar como legítimo al gobierno surgido de la voluntad libre del pueblo. Por eso he servido, sin condiciones, a la República Española. Si hubiera venido como resultado de un golpe de mano, yo hubiera estado siempre enfrente de ella".
Los "golpes de mano" suelen ser externos a los gobiernos legítimos, pero, también los hay desde dentro
Gracias Ricardo por tu trabajo, siempre interesante y apasionado.
ResponderEliminarPaula Grimoldi