Universidad de Stanford
En
California, en la ciudad de Palo Alto, se encuentra la Universidad de Stanford,
una de las más prestigiosas de los Estados Unidos. La institución, que es
privada, se puede vanagloriar de numerosos logros y conquistas ya que entre sus
egresados se destacan más de 50 científicos que recibieron el Premio Nobel en
diversas disciplinas. De sus facultades salieron numerosos miembros del Senado
y exitosos empresarios fundadores de firmas como Hewlett-Packard, Google, Yahoo
y Nike. Ninguna otra universidad produjo tantos atletas que ganaron medallas
olímpicas, de las cuales 129 fueron de oro.
En el
ranking internacional de calidad docente, la Universidad de Stanford se
encuentra dentro de los diez primeros puestos en todas las disciplinas.
Un dato
destacado de esta institución es que cuenta con un museo de arte que, entre
otras cosas, posee la colección de obras de Rodin más grande que existe después
de París.
Fue Leland
Stanford, gobernador de California quién fundó la Universidad en homenaje y
memoria de su hijo Leland, que falleció a la edad de 16 años. ¿Pero, quién fue
Stanford padre, conocido también como el magnate del ferrocarril?
Leland Stanford (1824-1893)
El inescrupuloso empresario Stanford
Dentro de
los grandes millonarios de los Estados Unidos, Stanford está incluido en la
larga lista de los denominados “robber
baron”, que podría traducirse como el empresario u hombre de negocios que
hizo su fortuna explotando a otros y empleando artilugios enfrentados con la
ética y eludiendo leyes impositivas.
Siendo
gobernador de California durante el período 1862-1863, se unió con otros socios
para dar a luz la obra más grande que se haría hasta entonces en su país: el
ferrocarril de 4000 kilómetros de extensión que uniría el este con el oeste y
que en magnitud, sólo sería superado el siglo siguiente por la construcción del
Canal de Panamá.
Hasta
mediados del siglo XIX cruzar el ancho de los Estados Unidos demandaba un
tiempo de 5 a 6 meses en diligencia, a través de desiertos, zonas montañosas y
terrenos inhóspitos infestados de indios. Las enfermedades y la mortandad
durante la travesía, se cobraban una pesada cuota. Todo eso al exorbitante
costo de mil dólares de aquellos tiempos. El ferrocarril lo redujo a ciento
cincuenta dólares y cinco días de travesía en coche dormitorio.
Se
necesitaba para semejante emprendimiento ferroviario mano de obra
barata y fuerte. Stanford tenía particular desprecio por los chinos que estaban
invadiendo California huyendo de la pobreza y miseria de su país. Muchos de
ellos encontrarían que habían ingresado a un mundo considerablemente más hostil
del que venían.
Como
gobernador, Stanford puso trabas a la inmigración china y en uno de sus
discursos dijo sin tapujos que “se trataba de una raza degradada que ejercería
efectos deletéreos en la raza superior”. La raza superior no era otra que el
hombre blanco norteamericano.
Sin embargo,
alguien susurró a sus oídos que si esa raza había sido capaz de construir la
Gran Muralla, bien podría realizar el tendido del ferrocarril. Pronto se dieron
cuenta que los chinos eran “mucho más laboriosos que los negros y los borrachos
irlandeses”, según expresiones de los duros capataces encargados de supervisar
el trabajo de los obreros. El país además, estaba envuelto en plena guerra
civil o de Secesión y era mucho más sencillo contratar chinos que abundaban en
San Francisco que traer obreros del este.
Arriba: trabajadores chinos. Abajo: una etapa de la construcción. Las únicas herramientas fueron picos, palas y dinamita
El Central Pacific
En su
mayoría, el reclutamiento de chinos para la obra era voluntario, pero no
faltaron redes mafiosas organizadas por los propios chinos en connivencia con
los blancos que arrearon cuanto chino vagabundo encontraban en el puerto de la ciudad
de Cantón. Eran embarcados y transportados en penosas travesías a lo largo del
océano pacífico en condiciones similares a los barcos de esclavos, es decir
hacinados, mal alimentados y en ambientes hediondos. Muchos morían antes de que
el barco llegara a las costas de California y eran arrojados al mar sin
miramientos ni oficio religioso alguno.
Una vez
contratados con una paga miserable, debían trabajar en turnos de ocho horas
durante las 24 horas del día, bajo la atenta mirada de los capataces que solían
usar el látigo para castigar a los perezosos. El tramo más difícil fue
atravesar la Sierra Nevada de 110 kilómetros de ancho entre los estados de
California y Nevada. Se avanzaba a la exasperante lentitud de un metro por día.
Los obreros chinos eran subidos en canastas y a una determinada altura de la
montaña, con los picos cavaban orificios donde introducían cargas de
nitroglicerina, prendían la mecha y señalaban para que los bajasen. Si el
tiempo no estaba bien sincronizado la carga explotaba lanzando por el aire
pedazos de cuerpos humanos. No fueron pocos los que murieron en estas
circunstancias.
Las
avalanchas de roca produjeron estragos entre los trabajadores y el intenso frío
de la Sierra Nevada enfermó y mató a muchos, mientras que las incursiones de
los indios hicieron otro tanto. Al respecto, el General William Sherman, escribió:
“La mayor cantidad de indios que matemos este año, nos permitirá matar menos el
próximo y cada vez estoy más convencido de que debemos exterminarlos a todos o
mantenerlos en un estado miserable”. A su memoria, llevan el nombre de
Sherman los famosos carros blindados del ejército norteamericano durante la
Segunda Guerra Mundial.
En
una ocasión, alrededor de 2.000 trabajadores chinos, hartos de ser tratados
como esclavos, iniciaron una huelga pacífica y respetuosamente presentaron una
lista de sus demandas. En respuesta, las autoridades de la Central Pacific les
cortaron los alimentos y como no podían escapar en el medio del desierto, tuvieron
que retornar al trabajo en las mismas condiciones.
Se
excavaron montañas, se construyeron puentes y terraplenes y todo el trabajo fue
hecho a mano, no había tractores ni excavadoras que facilitaran la tarea.
Finalmente, al término de 6 años el Central Pacific se unió con el Union
Pacific que venía desde Omaha en el estado de Nebraska. Se habían construido
2800 kilómetros de vía férrea al costo de una vida perdida cada dos kilómetros.
Momento en que se unieron los dos tramos
Resulta
irónico y contradictorio que la Universidad de Stanford, una de las mejores de
los Estados Unidos, haya sido fundada por un empresario inescrupuloso y erigido
como resultado del trabajo semiesclavo de miles de obreros, muchos de los
cuales quedaron enterrados a lo largo del trayecto de la vía férrea.
Fuentes
Digital History.Building the
transcontinenetal railroad. http://www.digitalhistory.uh.edu/disp_textbook.cfm?smtID=2&psid=3147,
2012
Zak Keith. Anti-Chinese USA—Racism & Discrimination from the Onset. http://www.zakkeith.com/articles,blogs,forums/anti-Chinese-persecution-in-the-USA-history-timeline.htm
Lisa. The Central pacific
Railroad. http://www.pocanticohills.org/amprogress/the_central_pacific_railroad.htm
Central Pacific. British
Encyclopaedia Britannica, tomo III, pag 29. Chicago 1995
Stanford Leland. Encyclopaedia
Britannica, tomo XI pag 210. Chicago 1995.
A los chinos les dieron el mismo trato que acá a los polacos que quedaron sepultados bajo los derrumbes en la construcción de la línea A de subtes, allá por 1911.
ResponderEliminarSeguramente serán recordados y reivindicados por Macri, el humanitario.
Hobsbaum llama a estos empresarios, “empresarios ladrones”, e incluye en el ranking a lo más granado de los multimillonarios yankis de la época, Rockefeller incluído.
ResponderEliminarNo sé si es una incoherencia que un individuo como éste haya fundado una Universidad como la que lleva su nombre. Así como nuestros terratenientes, que no eran mucho mejores en sus relaciones laborales, encargaban a sus mujeres que donaran asilos, iglesias, escuelas, etc., los de allá hacían estas otras cosas como forma de lavar sus conciencias y prestigiarse frente a la sociedad. El Carnegie Hall, por ejemplo, también obedece a este esquema moral.
Más sorprendente puede resultar el éxito de los EE.UU. frente al mundo, en venderse como la tierra de la libertad, la democracia y de todo lo que se supone carecía el resto del mundo, cuando en realidad era lo mismo pero más hipócrita.
Osvaldo Bayer debería reconocer que, al lado de Shermann, Custer & Co., Julio A. Roca era algo así como San Francisco de Asís de las Pampas.
Pero, así se escribe la Historia.
JC
No hay caso, nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás.
ResponderEliminarQuino
Qué feo es decir “irlandeses borrachos”, debería haber dicho, como lo hizo para con el nene de Aliverti: “irlandeses con alto grado de acoholemia”.
ResponderEliminarNosotros aquí no usamos chinos para los trenes, pero se los dimos a los Cirigliano y con ellos se prendieron Jaime, Schiavi, De Vido y “ellos” y sacaron jugosos dividendos. No matamos chinos, solo 52 personas en Once. Por ellos dos días de duelo, donde no apareció. Por Cromañón había sido solo un día el duelo, ellos en Kalafate, tampoco aparecieron. Por el monigote, TRES días y en 6 horas estaba volando para allá.
Coincidencias y grandes diferencias. Atte