Dentro
de los personajes polifacéticos, Howard Hughes resulta un caso emblemático. Originario
de Texas, donde nació en 1905, llegó a ser en distintos momentos de su vida ingeniero,
aviador, aeromodelista, industrial, eximio golfista, cineasta, filántropo y gran
seductor mimado por la farándula del arte y las más exquisitas actrices de
Hollywood. En las últimas décadas de su vida, sufrió un trastorno obsesivo
compulsivo de tal magnitud que lo llevó a la tumba transformado en una piltrafa
humana.
Provenía
de una familia de buena posición social y heredó los genes para los negocios y
los inventos de su padre, quien diseñó las cabezas perforadoras para buscar
petróleo y con esa patente amasó una fortuna que pronto pasó a las manos de su
hijo que la multiplicó con creces.
Howard Hughes, en sus tiempos de gloria
A la conquista de Hollywood
De
la extensa lista de actividades que Hughes desarrolló en su vida, podemos
comenzar con la cinematografía, rubro en el que se inició cuando sólo contaba
22 años. Sus primeras producciones datan de 1927 y correspondieron al cine
mudo; y las últimas como Scarface y The Outlaw, filmadas en la década de
1940, formaron parte del cine sonoro. Logró
éxitos financieros como productor y varias de sus películas fueron nominadas
con el premio de la Academia.
Hughes
era gallardo, sociable y sabía cautivar al sexo opuesto. Por su lecho pasaron
actrices del calibre de Bette Davis, Ava Gardner, Olivia de Havilland, Katharine
Hepburn, Gene Tierney y Joan Fontaine. No sorprende que su esposa, Ella Rice,
le pidiera el divorcio en 1929, tras apenas cuatro años de matrimonio.
Ava Gardner Katharine Hepburn Joan Fontaine
Pasión por los aviones
En 1938,
Hughes batió un nuevo récord al dar la vuelta al mundo en 3 días y 19 horas. En
su mansión, donde abundaban galardones y premios por su actividad
cinematográfica, se agregaron nuevas vitrinas con copas, medallas y placas de
bronce que señalaban sus hazañas aéreas. Batió marcas de
velocidad, altura y permanencia en el aire, pilotenado máquinas de su propio
diseño, como el “Hughes H-1 Racer” con el que alcanzó la
velocidad de 566 kilómetros por hora, un record notable para los años cuarenta.
El aparato era tan avanzado y con tantas innovaciones que inspiró futuros
modelos que se emplearon durante la Segunda Guerra Mundial.
Por
entonces, creó su propia fábrica de aeronaves, la Hughes
Aircraft Company,
produciendo aviones y helicópteros para las Fuerzas Armadas de los Estados
Unidos durante la
Segunda Guerra.
El XF-11, uno de los tantos aviones diseñados por
Howard Hughes.
En
1946, Hughes estuvo a un paso de la muerte cuando el avión que piloteaba tuvo
una falla en uno de los motores y se estrelló en Beverly Hills. Sufrió
múltiples traumatismos, fracturas y quemaduras y, aunque logró recuperarse, padeció
constantes molestias en diversas partes del cuerpo, cuadro que podía ser
compatible con fibromialgia. A partir del accidente y para calmar sus dolores
empezó su adicción a la codeína.
El filántropo
Hughes
siguió con sus aventuras espaciales hasta que, en 1953, vendió en cifras
millonarias el excedente de material de la Hughes
Aircraft
Company para crear el instituto médico Howard Hughes. El
instituto tenía como principios
fundacionales la dedicación a la investigación científica y a la enseñanza sin
fines de lucro. Actualmente, es considerado uno de los centros de investigación
más importantes de los Estados Unidos, especialmente en el campo de la genética
y hasta el presente, salieron de sus laboratorios 13 Premios Nobel. Por
entonces Hughes era también dueño de cadenas de hoteles y de restaurantes.
El Howard Hughes Medical Institute
La enfermedad
Pese
a todo, Howard Hughes, mimado por el destino y verdadero Rey Midas que todo lo
que tocaba se convertía en oro, deseado por mujeres famosas y centro de
atención en las exclusivas reuniones sociales de las altas finanzas y de la
política, era un hombre desdichado. Los primeros síntomas de trastorno obsesivo
compulsivo se manifestaron durante la década del treinta, cuando estaba
enfrascado en la producción cinematográfica. Quienes lo rodeaban se sorprendían
ante la fijación de Hughes en detalles triviales que muchas veces hicieron
dudar que la filmación llegara a buen término.
A
partir de 1940, los síntomas se volvieron incontrolables, pero, gracias a su
enorme fortuna, se pudo dar el lujo de trasladar sus obsesiones a terceros que
se vieron forzados a realizar muchos de los rituales que formaban parte de la
mente trastornada de Hughes. Una característica típica de quienes padecen el
trastorno obsesivo compulsivo es el temor a la contaminación. En Hughes, esto
se manifestó en forma superlativa, exigía a sus sirvientes que le entregaran
cada cubierto envuelto en un papel especial sellado con cinta adhesiva y él los
tomaba con las manos enguantadas. Jamás se animaba a tocar la puerta de un
edificio público, esperaba pacientemente que alguien la abriera para deslizarse
subrepticiamente.
Sus
objetos personales le debían ser entregados después de que el mucamo se hubiera
lavado las manos con un jabón nuevo y los envolviera en numerosas servilletas
de papel. La obsesión por la contaminación lo convirtió en un verdadero recluso
que rara vez se aventuraba fuera de las habitaciones de los lujosos hoteles de
los que era dueño.
En la última
década de su vida, Hughes trabajó durante días sin dormir en habitaciones
cerradas y rodeado de negros cortinados. Su dieta era magra y la creciente
adicción a la codeína aumentó su desnutrición. Descuidó su aspecto y dejó que las
uñas de manos y pies adquirieran tamaños grotescos. Cuando falleció en 1976, su
cuerpo era esquelético. La autopsia reveló fragmentos de agujas hipodérmicas
incrustadas en ambos brazos.
El hombre cuyo rostro fue cientos de veces tapa de
diarios y revistas era tan irreconocible que hubo que tomarle las impresiones
digitales para confirmar su identidad.
La misma revista Time mostró en tapa a Hughes en la cúspide de su carrera y poco antes de su muerte cuando era un espectro acabado.
Fuentes:
·
Barlett,
Donald L. and James B. Steele. Empire: The Life, Legend and Madness of
Howard Hughes. New York:
W.W. Norton & Company, 1979.
·
Brown,
Peter Harry and Broeske, Pat H. Howard Hughes: The Untold Story. New York: Penguin Books,
1996.
·
Hack,
Richard. Hughes: The Private Diaries, Memos and Letters: The Definitive
Biography of the First American Billionaire. Beverly Hills, California:
New Millennium Press, 2002.
·
Moore,
Terry. The Beauty and the Billionaire. New York: Pocket Books, 1984.