Pensé que no volvería a escribir sobre un personaje tan minúsculo e insignificante.
Pensé que en el blogg ya no había espacio para alguien que desapareció de la arena política con penas y ninguna gloria.
Pensé que no volvería a escribir sobre Cleto Cobos.
Sin embargo, el insólito editorial del diario La Nación me obligó a redactar estas líneas. No es la primera vez que suelta de cuerpo, esta publicación produce notas extravagantes. Recordemos cuando recibió con beneplácito la reanudación del patrullaje por los mares del sur de la cuarta flota de los Estados Unidos.
En esta ocasión, la nota impregnada de un exceso de formalidad constitucionalista, como si se hubiera nutrido del Manual de Ceremonial que rige las normas para los grandes eventos en la vida de los presidentes, insiste a rajatabla de que Cobos debe entregarle la banda presidencial a Cristina.
El editorial del día 24 de noviembre bajo el título “Frivolidad irritante”, menciona chicanas del oficialismo para modificar este aspecto protocolar. Considera que se quiere tratar al Cleto como un “indeseable” y que sería un verdadero escándalo que fuera otro y no él quién le renueve el cargo presidencial a Cristina.
Partamos de la base de que a ninguno de los diplomáticos y presidentes invitados a la ceremonia se les moverá un pelo si no es Cobos el encargado de la transmisión del mando. Agreguemos que la presencia del pseudo vicepresidente desencadenaría un vendaval de chiflidos, insultos y abucheos que empañarían el acto.
Hipócritamente, el editorial de La Nación señala que el único pecado del Cleto fue su voto no positivo en la 125. La realidad es muy distinta, a partir de ese momento este señor, infatuado por un éxito que resultó ser fugaz, se pasó abiertamente a la oposición y a criticar todas las medidas del gobierno. Es decir que en la práctica, dejó de ser el vicepresidente del gobierno al que pertenecía en los papeles.
Su objetivo era que cayera el gobierno de Cristina y ocupar su lugar, sueño de barrilete sin piolín, pero el agudo olfato de la derecha pronto detectó que Cobos es un mediocre y su comportamiento traidor podía ser reiterativo, como acontece con estos individuos.
El resto, es historia conocida. Hoy Cleto es un personaje menor desdibujado en la niebla de su insignificancia y a quién la historia recordará en un párrafo que distará de ser elogioso.
Sorprende por lo tanto el esfuerzo del diario La Nación en rescatar del olvido a este pigmeo de la política. Días antes, lo mostró en foto de tapa preparando tallarines para quienes estuvieron a su servicio en la Casa Rosada. Gesto de sencillez y de reconocimiento a sus subordinados, subrayó el periódico.
Personalmente, creo que si estuviera en el lugar de Cristina aceptaría que Cobos me transmita el mando. Acto seguido le partiría en la cabeza el bastón presidencial o se lo incrustaría en sus magros atributos masculinos.
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