Ari llegó al puerto de Buenos Aires en camarote de tercera clase. Del otro lado del mar quedó su ciudad natal Esmirna donde su familia vivía en la pobreza por causa de los avatares políticos. Corría el año 1927 y Ari tenía 17 años y un puñado de dólares en el bolsilo. En la oficina de migraciones se registró bajo el nombre de Aristóteles Sócrates Onassis y de allí se dirigió al Hotel de los Inmigrantes con la esperanza de encontrar mejor alojamiento.
Consiguió un puesto de telefonista en horario nocturno y días después interceptó una comunicación entre empresarios norteamericanos que estaban planificando la compra de un importante frigorífico nacional. Al día siguiente, con sus escasos ahorros, Ari compró acciones del frigorífico que pronto multiplicaron varias veces su valor. Ese fue el inicio de lo que sería un ascenso meteórico en el mundo de los negocios, montado en su sagacidad, capacidad de decisión y falta de escrúpulos.
Observador astuto, Ari detectó que las mujeres argentinas fumarían más si dispusieran de un tabaco suave y no el negro fuerte que consumían los hombres. A través de su padre organizó la importación de tabaco y apareció una nueva marca de cigarrillos “Grecos”, creada para la alta sociedad porteña y proveniente de la flamante fábrica instalada en Buenos Aires.
La fortuna de Ari creció y su ambición unida a su capacidad seductora, le permitió codearse con personajes como el empresario de barcos Nicolás Mihanovich quien lo deslumbró con el negocio de la industria naviera.
En 1932, con 26 años, decidió trasladar su actividad a Londres. Tenía su primer millón en Suiza, algunos barcos y muchos proyectos acumulados. En Buenos Aires dejó una mansión señorial en la calle Pellegrini, ocupada hoy por la Universidad Abierta Latinoamericana.
En Europa, los negocios de Ari no dejaron de crecer y junto con ellos, su fortuna. Llegó a tener una flota de más de 70 barcos, la compañía de aviones Olympic e inversiones en numerosos rubros en América y Europa.
El chantaje, la evasión de impuestos y los sobornos a ministros y gobernantes, fueron métodos habituales en sus actividades financieras. Como muestra obscena de su riqueza aún perdura el yate Cristina, en homenaje a su hija y seguramente la más lujosa embarcación que surcara las aguas del Mediterráneo. La nobleza europea, el jet set del arte y el de la política consideraban imprescindible fotografiarse en la cubierta de la nave o participar en las fastuosas reuniones a bordo. Para citar sólo un detalle de su lujo la embarcación contaba con una piscina en su interior, con un mosaico imitación del palacio Knossos de Creta que se transformaba en pista de baile apretando un botón. Un día Ari, llegó a llenar la piscina de langostas para impresionar y agasajar a sus invitados.
El magnate tenía un hobby: conquistar mujeres bellas y famosas quienes pasaron por la inmensa alcoba del Cristina. Fue allí donde su mujer Athina lo encontró teniendo sexo con María Callas y le exigió el divorcio. El otro caramelo de lujo fue Jacqueline Kennedy, pero 7 años después del matrimonio la dejó viuda. Dos años antes, su hijo Alexander murió en un accidente de aviación, sumiéndolo en una profunda depresión.
A semejanza del rey Midas todo lo que Ari tocaba se convertía en oro, pero no en afecto ni felicidad. En 1988 su hija Cristina, la mujer más rica del planeta, falleció en Buenos Aires por sobredosis de tranquilizantes, dejando a Athina, la nieta de Ari una fortuna de tres mil millones de dólares.
En estos días recorrió el mundo la foto de Olga Onassis, la tía abuela de Athina. No se la ve vestida de gala en un salón versallesco ni sonriente a bordo del Cristina. La anciana, casi en andrajos, está revolviendo la basura en busca de comida. Se convirtió en uno más de los miles de griegos sumidos en la miseria que viven del trueque o registran entre las sobras desechadas por los pudientes.
El Primer Ministro griego Papandreu es un rehén de los dictámenes de Merkel y Sarkozy y la economía de su país es supervisada por una comisión del Banco Europeo y del FMI que puso una sede en Atenas, chau soberanía griega.
El callejón sin salida hacia el que se desliza Grecia como resultado de los esquemas neoliberales de feroz ajuste social, parecen vaticinar que Olga Onassis, ironía del destino, seguirá por mucho tiempo escarbando entre desperdicios.
Olga Onassis
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