miércoles, 20 de julio de 2011

DERECHO DE PERNADA



Si Strauss-Kahn en el hotel Sofitel de Nueva York se comportó como un sátiro descontrolado o si le jugaron una emboscada, que en la jerga criolla equivale a “le hicieron una cama”, explotando su devoción por las jovencitas, es algo que probablemente nunca sabremos.
Por su parte, Vargas Llosa no duda de que Strauss-Kahn es un violador y un descontrolado sexual. El brote de puritanismo que embarga al escritor deja un cierto halo de sospecha.

Parece ser que últimamente Strauss-Kahn quería independizar al FMI de USA, tenía intención de desplazar al dólar como reserva monetaria mundial. Fue crítico de los grandes banqueros estadounidenses y dijo que la crisis causada por ellos, la pagarían los pobres. También dijo que los gobiernos deberían regular más a los bancos.

Son todas declaraciones que suenan como un violín desafinado de chillido insoportable al oido ultraliberal de Vargas Llosa. Quizás por eso optó por condenar sin atenuantes a Strauss Kahn y así lo trata en su nota del diario El País que me acaba de enviar el corresponsal de El Mordaz en Viena. Leamos un extracto. (el artículo completo se puede consultar aquí)

Derecho de pernada. Por Mario Vargas Llosa
De muchacho, en los años cincuenta, muchas veces oí en Piura y en Lima a mis compañeros de barrio y de colegio jactarse de haberse desvirgado con las sirvientas de su casa. No lo decían de manera tan científica, sino utilizando una expresión que sintetizaba todo el racismo, el machismo y la brutalidad de una clase social que en aquella época se exhibían todavía sin el menor embarazo en el Perú: "Tirarse a la chola".
El derecho de pernada es antiquísimo y los señores feudales de la Edad Media europea lo legaron a los gamonales y patronos sudamericanos, cuyos estupros y violaciones a las campesinas han sido documentados hasta la saciedad por la novela indigenista. La truculenta odisea que vive Dominique Strauss-Kahn parecería demostrar que incluso en la civilizada Francia hay señores que, desafiando los tiempos que vivimos, se empeñan en perpetuar aquella siniestra tradición.


                              Droit de seigneur
Tradición que, dicho sea de paso, nunca se perdió del todo en el país de Proust y Molière. El gran Victor Hugo la practicó asiduamente en sus años otoñales, por ejemplo, y dejó testimonio de ello en un delicioso diario secreto que el erudito Henri Guillemin consiguió descifrar. ¿Es un atenuante, en su caso, que el autor de Los Miserables no violentaba a las sirvientas, sino estableciera con ellas un pacto contractual y mercantil? Si aquella se dejaba ver solo los pechos recibía un puñado de centavos. Si se desnudaba por completo y el poeta no podía tocarla, medio franco. Si estaba autorizado a acariciarla, un franco. Si el servicio era completo, franco y medio y a veces ¡hasta dos francos! El ilustre vate era muy cuidadoso con los gastos y llevaba una contabilidad maniática, gracias a lo cual hemos podido conocer esas debilidades de su vejez.
                                    Victor Hugo

Nota de Ricardo:¿Qué tiene que ver esto con el derecho de pernada? Sigamos leyendo:
Si la acusación a la que debe hacer frente ante el Tribunal Supremo del Estado de Nueva York la confirman los jueces, Dominique Strauss-Kahn practicó aquel derecho de pernada a la vieja usanza: añadido de golpes y maltratos a su víctima. Los médicos que examinaron a la camarera guineana que denunció al político francés de haberla obligado a practicar sexo oral con él detectaron que tenía desgarrado un ligamento del hombro, hematomas en la vagina y las medias rotas.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la policía sobre su ingreso a los Estados Unidos -es una inmigrante ilegal- más otras actitudes sospechosas, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Kahn sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del exministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Kahn esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el exministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
A mí, en cambio, el personaje me parece repelente y tiendo a creer que lo que la camarera guineana dice de él es verdad. Me seguiría pareciendo repelente incluso si fuera cierto que el sexo oral con que se gratificó aquella mañana neoyorquina fue consensuado, pues, aun si lo hubiera requerido de buenas maneras y pagado por ello, habría cometido un acto cobarde, prepotente y asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la que se habría sometido a esa pantomima por necesidad o por miedo, de ningún modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró desnudo en la habitación que iba a arreglar. "Tirarse a una sirvienta",
Y ahora mismo acaba de abrirse en París otro proceso contra él en el que la periodista y escritora Tristane Banon lo acusa de haber intentado violarla, en el año 2003, cuando fue a entrevistarlo para un libro.
Así pues, si hay indicios negativos en lo que concierne al carácter y la personalidad de la camarera guineana del Hotel Sofitel, las credenciales morales del huésped están lejos de ser prístinas. Lo terrible es que parecería que buen número de sus compatriotas están de acuerdo con él. La indignación contra la policía y la justicia de Estados Unidos por haber tratado a ese hombre tan importante y prestigioso como a un raterillo capturado in fraganti es casi unánime.
Mucho me temo, por las cosas que leo estos días en París, que en su propio país hubiera recibido un tratamiento preferencial, y, probablemente, jamás hubiera sido juzgado. Eso sí, la camarera guineana habría sido expulsada del país por ilegal, por falsaria y por practicar la prostitución.



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