domingo, 13 de febrero de 2011

Los vicariatos castrenses


En Alemania suelen soplar vientos de progreso en lo que atañe a la iglesia católica. En el siglo XVI, el sacerdote Lutero asqueado del negociado que hacía el Vaticano con la venta de indulgencias, procedimiento conocido como simonía, se levantó contra el papado e inició la llamada Reforma. Este movimiento de purificación de la iglesia se extendió por Europa como reguero de pólvora ante los ojos alarmados de los papas que veían como escapaban millones de feligreses de su rebaño.
Ahora, del mismo país surge otro movimiento de renovación en respuesta a la pedofilia en los colegios católicos, comportamiento aberrante de unos cuantos señores que bajo el hábito religioso ocultan un pene que entra en erección ante la vista de algún atractivo alumno que en ese momento ignora los suplicios a los que será sometido.
El caso es que en Alemania, cerca de 150 teólogos católicos presentaron un documento a la Conferencia Obispal de ese país por el cual se solicita la caducidad del voto de castidad para los sacerdotes y que se permita también investir la misión sacerdotal a las mujeres. Señala el documento que luego de los escándalos sexuales, la Iglesia Católica ha caído en una crisis única que requiere de profunda reforma. Como si esto fuera poco, también empezó una discusión interna sobre el reconocimiento de las parejas homosexuales.
El ultraconservador Benedicto XVI, próximamente visitará Alemania donde parece que no encontrará campo fértil a sus discursos y recomendaciones.



En Argentina, salvo por el gran avance del matrimonio igualitario, estamos bastante atrasados. La ultraconservadora jerarquía eclesiástica lleva el estigma de su indiferencia, aprobación y colaboración con los años negros de la dictadura y en este aspecto se destaca un apéndice podrido de la iglesia que son los vicariatos castrenses.
El origen de esta aberrante orden religiosa se la debemos agradecer al general Aramburu que la creó de común acuerdo con el Vaticano en 1957. En la mayoría de los casos, se trata de obispos que ocultan debajo de la sotana el uniforme militar y toda la ideología de muerte y odio contrarios a las enseñanzas del evangelio.
Ellos terminaron de lavar la cabeza a los miembros de las FFAA, que ya la tenían bastante simplificada después de egresar de los institutos militares.
Fueron ellos los que aprobaron y justificaron la tortura, mientras se paseaban con mirada de aprobación por las salas de tormento. La lista de nombres de estos individuos es larga y siniestra: Bonamin, Tortolo, von Wernik, Medina, Caselli, Baseotto, etc.
La jerarquía eclesiástica jamás condenó a estos señores, se podría decir que más bien los apañó como sucede con el sacerdote José Eloy Mijalchyk, acusado de complicidad por lo delitos cometidos por la dictadura en Tucumán. La misma jerarquía acaba de pagarle la fianza para que salga libre y pueda seguir dando sus sermones de odio.
Es hora de terminar con esta pústula de la iglesia, es decir el vicariato castrense, mantenido por el bolsillo de los ciudadanos.


1 comentario:

  1. Excelente blog. Muy buenos comentarios contra nuestras principales lacras, como los vicariatos castrenses. Adelante Ricardo, siempre mordaz, nunca amordazado!
    Marga

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