El objeto del robo
Cuando se habla del robo más grande de la historia no debemos considerar el desfalco a un banco por más grande que sea la suma, o la sustracción de alguna joya famosa como el Koh-i-Noor, el diamante de mayor tamaño existente y que después de múltiples peripecias que llenarían un libro, hoy forma parte de las joyas de la corona de Su Majestad Elizabeth II.
Cuando se habla del robo más grande de la historia debemos pensar en la obra de arte más emblemática, de la cual más se habló, se escribió, se la desfiguró (Dechamps), se la utilizó como publicidad y se la reprodujo millones de veces.
No cuesta mucho deducir que se trata de La Gioconda. La fascinación que ha ejercido a lo largo de los siglos y el poder que tiene sobre la mirada del espectador obstaculizan un análisis objetivo, dado el ícono en que se ha convertido para la cultura del mundo moderno y contemporáneo. En ella se citan todas las características de la pintura de Leonardo: el empleo del sfumato, esa técnica que desdibuja suavemente los rasgos hasta hacer indefinibles los contornos; el hermoso paisaje del fondo, que suavemente va desapareciendo en tonos azules y por sobre todo, la ambigüedad del rostro, que intenta esbozar una sonrisa, la más melancólica y misteriosa de la historia del hombre.
Leonardo nunca se desprendió de ella y la llevaba consigo en todos sus viajes, mientras la pintaba por etapas. Dicen que cuando se la mostró a Rafael, éste se quedó mirando la obra sin decir palabra y de sus ojos brotaron lágrimas.
La Gioconda siempre estuvo envuelta en un halo de cierto misterio que también incluyó a la mujer del retrato. Cortesanas, duquesas, princesas y campesinas, fueron oportunamente consideradas a lo largo de los tiempos como el personaje que posó para Leonardo. Hoy se acepta, aunque no hay seguridad absoluta, de que se trata de Lisa del Giocondo, esposa del rico florentino comerciante en sedas Francesco del Giocondo, quien le encargó a Leonardo la obra. Sin embargo, el pintor, quizás intuyendo que había pintado el cuadro más famoso de la historia, nunca se la entregó.
De los millones de turistas que desfilan todos los años y la fotografían o se fotografían junto a La Gioconda, son muy pocos los que saben que una vez fue robada y como el autor del dolo fue un argentino vale la pena que rescatemos ese episodio.
El gran robo
Para llevar a cabo el robo de la historia participaron 3 personajes: el ladrón, el empleado del Louvre que debía ser sobornado y un hábil artista que pudiera hacer una copia lo más exacta posible.
Eduardo de Valfierno
El ladrón era Eduardo de Valfierno, pero se hacía llamar Marqués de Valfierno, venía de Buenos Aires y arribó a París en 1911 con la decisión de apoderarse de La Gioconda y hacerse millonario, no con el original sino con copias que vendería a varios magnates. El plan era descabellado, pero contra toda lógica resultó un éxito rotundo. Lo primero que hizo el autotitulado marqués fue buscar al más talentoso experto en copiar obras de arte y éste fue el marsellés Yves Chaudron a quién Valfierno le encargó 6 copias de La Gioconda. A Chaudron le llevó más de un año concluir sus trabajos usando pigmentos y técnicas del 1500 y sobre maderas tan añejas como las del original que está pintado sobre una tabla de álamo.
Mientras tanto, Valfierno se contactó con sus presas, media docena de discretos millonarios que estaban dispuestos a distraer buena parte de sus fortunas con tal de tener La Gioconda en su poder en caso de que “desapareciera”.
Vincenzo Peruggia, carpintero del Louvre, de origen humilde, corazón patriota y escasas luces, estaba trabajando en la carpintería del museo cuando se le apareció “el marqués” quien con su finísimo olfato había detectado al hombre indicado. Porque Peruggia, era crédulo y reservado y se entusiasmó con la idea de que La Gioconda volviera a su patria.
El operativo
El domingo 20 de agosto, cuando el público empezó a vaciar las salas a la hora de cierre, Peruggia se ocultó en un pequeño cuarto donde se guardaban herramientas, próximo al Salón Carré. Al día siguiente, un lunes, el museo cerró sus puertas y cuando el guardia del salón dejó su puesto para ir a fumar un cigarrillo, Peruggia bajó La Gioconda de la pared, le sacó el marco, la ocultó bajo su amplio guardapolvo de trabajo y salió del Louvre como un trabajador más que culminaba su jornada.
Recreación del robo según la Domenica del Corriere
El martes 22, el mundo se despertó con la noticia de que La Gioconda había sido robada, en su lugar quedaba la señal triste del espacio descolorido en la pared. Se cerró el museo durante una semana y con él todas las fronteras de Francia, mientras cientos de policías y detectives buscaban afanosamente la pintura más importante del Louvre y del mundo.
Eduardo de Valfiemo no volvió a tomar contacto con el carpintero italiano. No necesitaba tener a la verdadera Mona Lisa. Con máxima discreción, retomó el contacto con los seis coleccionistas de arte interesados en el original --cinco norteamericanos y un brasileño-, y a cada uno le vendió las copias hechas por su socio Chaudron a precios exorbitantes. Los millonarios jamás fueron identificados, ni siquiera cuando reapareció La Gioconda ya que no hicieron la denuncia porque ellos mismos habían cometido el delito de adquirir una obra de arte robada.
Epílogo
Durante dos años, La Gioconda estuvo amontonada entre ropa y trastos viejos en un baúl de la humilde vivienda de Peruggia y volvió a la luz cuando este se la quiso vender a un anticuario. Peruggia fue a prisión y jamás denunció a sus cómplices y al cabo de un año y 15 días fue liberado por deficiente mental y más que nada porque se había hecho popular y famoso ante la opinión pública que lo consideraba un romántico héroe nacional.
En cuanto al “marqués” vivió como un duque en Estados Unidos con una fortuna calculada entre 30 y 60 millones de dólares. ¿Fue o no el robo de la historia?
Ahora, La Gioconda está sobreprotegida de alarmas y detrás de un blindex donde sigue sonriendo a los admiradores, pero ¿será la verdadera?
Ricardo
La verdad que muy interesante todo pero lamento decirte que lo único real es lo referido a Peruggia,lo demas es todo un invento..
ResponderEliminarPd:ademas,se noveliso tanto la historia de Valfierno,que mas allá de alguna foto,cuesta creer que haya existido...