Semblanza de Mariano Grondona, paladín de la coherencia, periodista, abogado y algo más
Quienes creen que Mariano Grondona (MG) es un periodista pagado por los medios para atacar al gobierno (en realidad a cualquier gobierno democrático), están equivocados y en esto coincido con Sergio Wischñevsky (Radio Nacional: Gente de a Pie). El no es un Majul, ni un Tenenbaum ni un Van der Kooy.
MG está totalmente convencido de lo que dice, basta con observarlo y se nota que es auténtico cuando habla. Existe otro aspecto que no es menor: MG siempre tuvo la misma línea ideológica, jamás se desvió de su pensamiento de ortodoxia ultra conservadora. Él, es coherente.
Es maestro del sofisma y de la raíz griega de las palabras, elementos que utiliza desde hace décadas en la TV y en los artículos del diario que le es totalmente afín. Cuenta además, con una prosapia emblemática para figurar en el cuadro de honor de la Sociedad Rural Argentina.
Su abuelo fue ganadero exportador con campos en Pehuajó y Carlos Casares y vice presidente de la Bolsa de Comercio. Aunque no le queda pizca de acento gringo, en la infancia aprendió el inglés antes que el castellano.
Se educó en el colegio aristocrático Champagnat y apenas egresó de allí participó en los Comandos Civiles del golpe militar del 55 y desde 1958 escribe en La Nación. Quienes lleguen a sobrevivirlo podrán apreciar el volumen de material que derramará el diario de los Mitre en su obituario.
Marianito el hijo de MG participó junto con el hijo de Martínez de Hoz, en el operativo secuestro de la documentación que comprometía al estudio de Klein (brazo derecho del orejudo). Entre los documentos secuestrados se encontraba uno sobre como reducir a la pequeña y mediana empresa a su mínima expresión.
MG fue el inventor de Onganía, general de caballería casi sin luces y con el mínimo de neuronas suficientes para saludar con el sable y manejar las riendas del caballo. Él le hizo la proclama revolucionaria que el general leyó con el característico tono autoritario y entrecortado de los militares.
MG, inspirado en Maquiavelo pintaba a Onganía como el príncipe que necesitaba el país para salir adelante. La diferencia no podía ser más abismal entre el ilustrado Lorenzo de Medici y el tosco general de caballería.
Cuando Onganía, en la noche de los bastones largos destruyó la universidad pública y produjo una diáspora de cerebros de la cual el país nunca se recuperó totalmente, MG en esa oportunidad manifestó que: “con la intervención, el gobierno aseguró la disciplina y el orden en el trabajo universitario”.
En 1974, MG fue capturado en un operativo de la tristemente célebre triple A del brujo psicópata, episodio que él relata a su manera como víctima del terrorismo de Estado. En realidad lo que pasó es que se lo llevaron para explicarle respetuosamente que ellos, simplemente estaban contra los zurdos. Luego lo soltaron sin tocarle un pelo, único caso de supervivencia intacta de la triple A.
No fue un rapto en vano, a partir de allí MG dedicó en sus notas y comentarios diversos elogios a Lopez Rega, considerándolo un instrumento imprescindible para el orden del país.
Ya bajo el proceso, MG se puso abiertamente del lado de Videla y sus secuaces y cuando vino la Comisión Internacional de Derechos Humanos, se indignó exclamando: ¿Por qué vienen aquí, porqué no van a Cuba?
MG defendió al proceso aún durante la época de Alfonsín y nostálgico de los golpes militares, a los cuales siempre fue adicto, cuando se produjeron disturbios durante el gobierno radical sugirió que había que sacar los tanques a la calle.
En su vejez, ve con tristeza que el país ya lleva 27 años de democracia ininterrumpida. Para colmo un tal Martin Sivak en la biografía no autorizada de MG, desnuda todas sus miserias.
“Dirán de mi lo que quieran pero nadie negará mi coherencia”, manifiesta MG mientras mira con desprecio a Solá, Duhalde, Pino Solanas y todos los que criticaron a Kirchner en vida despiadadamente y ahora lo elogian. “¡Yo no hago eso, yo tengo coherencia!”
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